Zimbabuenses en la encrucijada


Una lluvia constante hací­a más dura la espera de una multitud de zimbabuenses agolpados frente a las oficinas del servicio de inmigración de Sudáfrica, tratando de regularizar su situación en previsión de una ola de deportaciones.


Se calcula que podrí­a haber 3 millones de zimbabuenses viviendo y trabajando en Sudáfrica tras escaparle al deterioro económico y las crisis polí­ticas de su paí­s. Las autoridades sudafricanas, que hasta ahora habí­an hecho la vista gorda, dijeron en septiembre que adoptarán mano dura y que quienes no hubieran regularizado su situación antes del 31 de diciembre serí­an deportados.

Esto hizo que muchedumbres de zimbabuenses se presenten a oficinas de inmigración en todo el paí­s y hagan cola dí­as enteros antes de lograr ser atendidos para pedir permisos de trabajo o visas estudiantiles. Organizaciones defensoras de los derechos humanos dicen que cuatro meses es muy poco para que toda esta gente saque papeles, en parte porque las burocracias de Zimbabue y de Sudáfrica no están preparadas para tramitar tantas solicitudes.

«Si pudiese regularizar mi situación, eso cambiarí­a mi vida. Me sentirí­a más cómodo», expresó Frank Nkathazo, un jardinero de 37 años mientras hací­a la cola.

Los zimbabuenses son el grupo de inmigrantes más grande de Sudáfrica. Si legalizan su situación, pagarán impuestos y podrán enviar a sus hijos a las escuelas, para que cuando crezcan puedan contribuir a la sociedad, dicen activistas de los derechos humanos, repitiendo argumentos que se escuchan también en Estados Unidos y Europa.

Kaajal Ramjathan-Keogh, de la agrupación Abogados por los Derechos Humanos, de Johannesburgo, pidió que se amplí­e el plazo para recibir solicitudes.

La ministra de inmigración Nkosazana Dlamini-Zuma aseguró que no habrá deportaciones mientras no se hayan procesado todas las solicitudes, algo que tomará tiempo, según admitió.

En septiembre caducaron unas dispensas especiales que se otorgaba a los zimbabuenses en vista de la situación económica de su paí­s. Sudáfrica dice ahora que las condiciones económicas y polí­ticas mejoraron en Zimbabue y no se justifican las exenciones.

Nkathazo portaba un archivador de plástico con su nuevo pasaporte y una carta de su empleador. También llevaba una tarjeta de identidad sudafricana que obtuvo hace años dando datos falsos. Las autoridades han dicho que darán una amnistí­a a quienes confiesen haber mentido y entreguen esos documentos falsos.

Nkathazo llegó a las seis de la mañana y se encontró con que ya habí­a cientos de personas esperando, por más que las oficinas no abrí­an hasta las ocho. Nkathazo dijo que esperarí­a todo el dí­a y volverí­a al dí­a siguiente si no era atendido.

Para obtener los papeles una persona debe demostrar que estuvo en Sudáfrica al menos desde mayo de este año. Nkathazo lleva 15 años en este paí­s y no ha tenido problemas para visitar a su esposa y sus cuatro hijos en Zimbabue en vista de lo porosa que es la frontera entre los dos paí­ses.

Delante de Nkathazo habí­a una mujer envuelta en una frazada, agazapada debajo de una sombrilla cerca de la entrada del edificio. Vendedores ambulantes ofrecen envoltorios de plástico para que los documentos no se mojen si llueve. Abundan las ventas de sobres y de sombrillas.

Bryan Khumalo, técnico de computadoras de 27 años, dijo que estuvo haciendo cola cuatro dí­as en septiembre y que la semana pasada habí­a recibido un mensaje de texto en su teléfono celular diciendo que se le habí­a concedido un permiso de trabajo. Llegó a recoger su permiso a las cuatro de la mañana, y se encontró con que habí­a 86 personas delante suyo.

Por experiencia, sabí­a que entre 50 y 60 personas son atendidas diariamente, por lo que se resignó a volver al dí­a siguiente.

«Hay gente que duerme aquí­», manifestó Khumalo.