Nos visitó recientemente un alto funcionario del gobierno de Obama que se dedica a la delicada tarea del combate a las drogas. Sin duda un puesto trompudo el del señor William Brownfield porque debe de ser difícil soportar las presiones de dos de los más poderosos organismos del mundo, por un lado el gobierno puritano del país más poderoso del mundo y por el otro la temible agresividad corrompedora de los cárteles que combate.
Digo combate para ponerle un nombre elegante porque a estas alturas es pensamiento generalizado que el tal combate no les hace ni la finta a los señores narcotraficantes. Brownfield es un diplomático de carrera que antes de encabezar el “Bureau of International Narcotics and Law Enforcement Affairs en enero del año 2011, ocupó cargos de Embajador en Colombia, Venezuela y Chile. Es evidente que el gobierno gringo ha soltado toda una ofensiva diplomática y política para tratar de contener el escándalo que armó el presidente Pérez Molina con la vieja, pero enigmática idea de la despenalización de las drogas.
De la misma manera que el intendente de aduanas sufriría de desempleo en el momento que los gobiernos decidieran eliminar las aduanas, siempre he dicho que los más afectados con una despenalización de drogas serían las altas autoridades de combate y control de estupefacientes. Hay cosas que el señor Brownfield sabe hacer muy bien como el viejo oficio de la diplomacia y sospecho que por eso las declaraciones que dio durante su visita fueron de cal y de arena a la vez. Primero dijo muy claramente que la despenalización “no sirve” aunque claro, no pasó a dar las razones de fondo para respaldar tal aseveración. Lo que sí vale la pena escuchar fue la declaración de independencia de los Estados cuando dijo que cada pueblo es soberano e independiente para tomar sus propias decisiones, declaración que sin duda debe de envalentonar al presidente Pérez Molina para seguir como hasta ahora frontal y sin duda con su propuesta.
Sin embargo el tacto diplomático traicionó a Brownfield cuando dijo que “La mala noticia es que vamos a ver más sacrificio” en referencia a los esfuerzos que los países deberán hacer en el futuro para seguir combatiendo al narco. El tacto le falló porque si vemos el caso de los mexicanos su pequeño sacrifico va por más de 50 mil vidas perdidas en esta ridícula guerra y si además contamos otros buenos miles más de Centroamérica, pareciera de muy mal gusto seguir pidiendo sacrificio a las familias enlutadas y víctimas de la barbarie de un fuego cruzado entre moralistas y comerciantes. ¿Cuántas vidas más debemos de poner para satisfacer las exigencias del señor Zar?
¿Será que el señor Brownfield empieza a ver con poca esperanza su carrera pública en el tema contra las drogas? ¿Cuántos años tardará la discusión? Sospecho que pronto, seguramente cuando termine la actividad electoral en los Estados Unidos, el mismísimo Air Force One nos visitará para seguir alargando la agonía. Solo se necesita de uno de los países para dar paso al aluvión de dominós que caerían uno tras otro. Si yo fuera Brownfield empezaría a buscar una embajada a la que me pudieran destacar para seguir la tranquila vida de diplomático. Total es más alegre y relajado vivir la vida de coctelitos consumiendo unos cuantos vasitos de sustancias, prohibidas alguna vez, espirituosas. Qué bueno es saber que, por primera vez, el mundo está discutiendo seriamente la despenalización de un crimen que no es crimen.