¿Y…qué dirí­a el Dr. Fuchs?


¿Dónde quedó aquel médico prominente del Memorial Hospital de Houston, Texas?  ¡Ay! ¡Dios mí­o!  Pero si parece que me estoy inventando aquella figura ante la cual desfilaban cientos y miles de guatemaltecos para que el casi milagroso doctor Espada los atendiera.

Rosana Montoya,  A-1 397908

Con una palabra quedaba solucionado el problema que desde aquí­ acarreaba la gente.  Una vez diagnosticado el paciente que viajaba en caravana con parientes, entraba a exámenes y luego al quirófano.  Aquel afamado galeno era seguido de 10 a 15 médicos practicantes que caminaban detrás de él, como Jesús con sus discí­pulos.

 

¿Quién iba a pensar que aquel hombre probo, un mal dí­a harí­a mancuerna con semejante candidato a la Presidencia?  ¡Dios!  Es de no creerlo.  Si a mí­ alguien me hubiera dicho hace diez años que esto iba a suceder,  juro que jamás le hubiera dado crédito.  No es para menos.  ¿Dónde quedó aquel hombre culto, de solvencia moral, prestigio profesional, autoridad calificada? 

 

¡Ahora véanlo!  Convertido en pareja de fórmula con un delincuente,  que destruyó a su pueblo.  Convirtiéndola en tierra de nadie.  Pueblo sin ley.  ¡Jesús del gran Poder!  Con semejantes calificativos se conceptúa como novela barata del Oeste.  ¡Hasta dónde hemos llegado!  

 

¿Y… si apareciera el fantasma del Dr. Fuchs?  ¿Ya se puso a pensar qué opinarí­a su suegro de usted, Dr. Espada?  ¿A que se le caerí­a la cara de vergí¼enza?  Porque algunas veces todaví­a da señales de no haber sido abandonado por esa gran consejera que es «la vergí¼enza».

 

No le dé la espalda a su pueblo.  Usted avaló con su nombre a un fantoche.  Y el tí­tere resultó ser usted.  ¿Quién lo mira y quién lo vio?   Siento pena ajena por usted, doctor.   Quién  sabe y todaví­a esté a tiempo de ser salvado por la historia.  ¡Salve a su Patria!  Piense por un instante que Guatemala es un gran hospital y usted el director del organismo.  Tome las riendas de la institución y salve a sus pacientes de una agoní­a perenne.  

 

¡En sus manos está!  Hágalo antes que se  revierta la tortilla y pare en el exilio.  Vea, doctor:   -«Cuando la casa de tu vecino veas arder, tus barbas en remojo debes poner».-