Los analistas políticos han vaticinado una contienda electoral 2007 muy agresiva, debido a poderosos factores de corrupción, de intereses partidistas y de criminales del narcotráfico que ya se plantaron la máscara del salvoconducto y tejieron con hilos invisibles su participación política para triunfar en los próximos comicios. Por otro lado, la amenaza de ser desenterrado el comunismo ensombrece al mundo con los ejemplos del triunfo de gobiernos de izquierda, que lograron la silla presidencial y en otros países que pudieran sorprender en el futuro al resto de naciones, respondiendo como se viene anunciando en Guatemala a un gobierno de fuerte acción. Hasta aquí no se ha explicado bien qué quiere decir un candidato cuando habla de gobernar con «mano dura». ¿Represión, tiranía, tortura o simplemente ofrecimiento de campaña? Lo cierto es que el ambiente está cargado de dudas, de temores y en el fondo del asunto, el triste cuadro de lo mismo, cosa que decepciona profundamente a los guatemaltecos que no ven ningún progreso, todo lo contrario cada vez la miseria se hace más grande, al extremo que fuimos comparados con Bangladesh por la UNICEF; la canasta básica se convirtió en millonaria, ridiculez que en la tierra fértil de la eterna primavera los precios de las verduras y de la comida de los pobres es en el presente un lujo imposible de comprar. Es preocupante que a diez años de la firma de la paz, la vida de las mayorías de nulos recursos económicos no tengan una mejoría y sí un manotazo de indiferencia y un latigazo a los derechos fundamentales del hombre como lo es el pan de cada día. Pero ¿qué creen los gobiernos de los países tercermundistas, que la paz es sólo no empuñar las armas? La paz es el alimento diario, la salud y el trabajo, sin esos tesoros del ser humano, no puede existir la ansiada paz. Un estómago vacío, un enfermo, un hombre sin trabajo no puede tener ni sentir la paz. Para disfrutar de ese tesoro que es la paz, el hombre tiene que gozar del pan sobre su mesa, de salud, de trabajo y de cero armas en sus manos, entonces sí podríamos hablar de celebrar miles de años más de paz; la abonaríamos a nuestros hijos y ellos a su vez a las siguientes generaciones. Pero mientras no se derrote a la miseria, mientras los hospitales no sean dotados de todo lo necesario para su funcionamiento y mientras no proliferen las fuentes de trabajo, y nuestros niños y ancianos no sean valorados en su propia escala de vida, no soñemos con la paz. La carestía de los bienes eternos de los seres humanos, la delincuencia, la injusticia social, la violencia política son murallas impenetrables que no dan paso a la paz, que siegan los caminos del único don progresista de los pueblos que es la paz y sin ese elemento fortificante cualquier lucha por la superación se desvanece, se queda como sucede en nuestro país, estancada, medio escrita o definitivamente borrada. Es urgente que el pueblo hable, que no se quede callado, que exija justicia social. El pueblo no quiere opresión, quiere superación, salud, trabajo, educación para todos; que se terminen los excesos burocráticos, los montones de secretarías de la presidencia, los montones de diputados; ¿con cuántos legisladores contará Guatemala en el futuro?, 158 en el Congreso de la República y más de cien del PARLACEN, ¿para qué, para seguir haciendo leyes partidistas y despilfarrando los dineros del Estado? Mientras no se planifique con espíritu de patria y rectitud el presupuesto de la nación seguiremos con la corruptela estatal que tanto daño ha generado al no corregir los renglones más vulnerables representados en los más pobres a costa del sudor de la frente de los trabajadores. Cuando los gobiernos asuman su responsabilidad para con el pueblo, entonces algún día podríamos entonar himnos de paz con miles de voces que expresen: la felicidad brotó de la tierra como flor de maíz, como jardín de petunias y la justicia bajó del cielo para todos, como un río bendito de corriente cristalina. Tal vez, algún día todos repitamos como el poeta Dante Alighieri, cuando horrorizado por la guerra entre gí¼elfos y gibelinos clamó «YO VOY GRITANDO PAZ».