Yo lo entiendo


Eduardo-Blandon-Nueva

Quiero comprender a nuestro Presidente.  Debe ser muy difícil conducir un país como Guatemala, cuando las necesidades son ingentes.  Esto es tan complicado como cuando el buen Jesús le dijo a sus discípulos luego de una tarde de sermones y frente a una muchedumbre hambrienta: “Denle ustedes de comer”. “¿De dónde tela si no hay araña?”, respondieron los discípulos (en mi Biblia apócrifa).  Se necesitaba un mago, un taumaturgo como Jesús para hacer maravillas con cinco panes y dos peces.

Eduardo Blandón


Pero el general Otto Pérez Molina no es el milagrero Jesús de Nazaret.  Apenas lo conoce y seguramente poco le importa su figura.  Por consiguiente, sólo los cándidos pueden tener esperanza en Guatemala, aquí no tenemos por políticos a magos, prestidigitadores, saltimbanquis ni brujos.  Son humanos, demasiado humanos.  El Presidente hace lo que puede con un equipo siempre mediocre y falto de imaginación e iniciativa.
 
Es comprensible que eventualmente nuestro Presidente se sienta solo cuando piensa en su Gabinete.  Imagine usted su mirada y hagamos ficción de su pensamiento en esas reuniones: “el ministro tal (el de Comunicaciones, digamos), es un muchacho soñador y obsesivo, sólo piensa en su candidatura de mañana. Aquel, el de Agricultura, por ejemplo, es incapaz y bastante metido en sus propios negocios.  Me ha dado muchos dolores de cabeza la distribución de fertilizantes.  El otro (ya no señalemos más), es incompetente, no sabe ni escoger a sus viceministros, siempre lo cacha la Prensa en sus patrañas por jalar amigos de mala reputación…”.

No es fácil gobernar así.  Es cierto que el pobre trabaja febrilmente.  Se levanta temprano y llega tarde a la cama.  Pero eso de nada le sirve.  Envejecerá pronto por su desasosiego y falta de tranquilidad.  El mercado de profesionales (los que él conoce y tiene confianza para trabajar) es limitado.  De esa cuenta, ha sido desgastante imponer como ministro de Salud al doctor Villanueva.  La Prensa lo cuestiona, pero él piensa para su coleto: “pero es que no tengo otro.  Tengo que batírmelas con este hombre”.
 
Es difícil la tarea del general Pérez Molina.  Él quisiera descargar un poco la responsabilidad sobre su vicepresidenta, Roxana Baldetti, pero no puede, ya se dio cuenta que lo de ella un poco es la fortuna, el maquillaje, la belleza, el buen porte, las cirugías y la estética en general.  Con ella sólo puede contar, lo supo desde que vio su trabajo en el Congreso, para los puñetazos políticos.  Conoce su vocación pendenciera, sabe poner en ridículo al contrincante e imponer su condición de fémina bella (lo cual es redundante, claro). 
 
Nuestro Presidente sólo tiene confianza en sus colegas militares. Sabe que el Ministro de Gobernación, citémoslo, conoce su pensamiento.  Basta una mirada para que el sabio táctico, López Bonilla, capte sus intenciones. Hasta el ritmo respiratorio es un lenguaje fácilmente descifrable entre ellos.  Igual fe tiene en el ministro de la Defensa, Noé Anzueto, lo conoce bien, ambos usan los mismos códigos y, cual monjes, profesan la misma Biblia y rezan al mismo dios.
 
El gobernante está solo.  Se ha dado cuenta que llegar a la Presidencia si bien ha sido hermoso, también tiene su parte fea.  Y nada le molesta tanto como la frustración de un proyecto.  Creo que está molesto porque nunca pensó rodearse de gente tan torpe, corrupta y pachorruda.  Estoy seguro que quisiera hacer un borrón y cuenta nueva.  Pero eso es sólo un mal pensamiento, es consciente que comparte la suerte Sísifo y odia el papel que el destino le ha puesto hacer.  ¡Oh!, mi Presidente, yo lo entiendo.