La noche del 31 de enero de 1981 estuve muy atento a las noticias de lo sucedido en la embajada de España, las cuales grabé en un videocasete que todavía poseo.
jfrlguate@yahoo.com
Tan pronto como fue posible, visité en su residencia al doctor Mario Aguirre Godoy, inmueble que conocía porque en varias oportunidades lo había transportado, al final de las clases en la universidad.
El doctor Aguirre Godoy me relató que cuando las personas que ocupaban la embajada los trasladaban de una oficina a otra, él había logrado salirse del grupo de rehenes y llegar a la puerta de rejas que daba a las gradas, en el segundo piso, aferrarse a la misma; gracias a la policía que lo había sacado por una ventana al primer piso, estaba vivo. Que las personas que habían tomado la embajada eran un grupo consistente en: «muchachos jóvenes ladinos y otra parte más numerosa de personas indígenas», que efectivamente llevaban mochilas y algunas botellas con mecha y un líquido.
Le manifesté que adicionalmente al haber presenciado los hechos de ese día, había grabado «Aquí el Mundo»; por consiguiente tenía el videocasete. í‰l me indicó que pronto tendría una reunión con varios abogados de diferentes países en el extranjero, que seguramente le pedirían les relatara lo acontecido, razón por la cual me solicitaba le prestara el video que le sería de mucha utilidad. Así lo hice.
La muerte de un ser humano debe de importarnos a todos. En la Embajada de España murieron guatemaltecos, algunos de ellos sumamente conocidos, como el ex presidente Cáceres Lennhoff, el canciller Adolfo Molina Orantes y otros igualmente importantes como fue el grupo de guatemaltecos ladinos y no ladinos que perecieron.
No soy juez, no soy jurado, no soy defensor, no tengo interés particular en el asunto, lo que sí soy es una persona que vio lo acontecido, que no puede decir que en su opinión el incendio lo produjo la Policía Nacional, el mismo se inició adentro ¿cómo? Dios lo sabe.
Los hechos, los indicios permiten presumir como primer responsable al embajador Máximo Cajal y López, de quien se me ha relatado que insistió a los diferentes abogados que concurrieran a la reunión. No todos ellos llegaron a tiempo, se sabe de dos que por haber llegado retrasados, no cayeron en esa grave situación, los nombres los conocen diferentes personas, estimo que ellos deberían de manifestarse, el no hacerlo quedará en su conciencia.
La paz merece todo, si en algún sentido ayuda que el Estado indemnice a los deudos de todos los guatemaltecos que perecieron en ese trágico momento, creo que no debe criticarse el hecho, pero no es correcto que algunos de los descendientes de quienes perecieron en esta trágica circunstancia, utilicen la muerte de sus familiares como una bandera política en su provecho, desnaturalizando la verdad. La conciencia y la historia tarde o temprano se los reclamará.
De la misma forma que no podría censurar el otorgamiento de alguna compensación económica a favor de los familiares de estas personas como un acto humanitario, tampoco podría, y no lo hice siendo Vicepresidente de la República, oponerme a que el tiempo de servicio que ?de forma compulsiva prestaron? los patrulleros civiles, predominantemente indígenas, fuera compensado con un sueldo y prestaciones similares a las que devengaba un soldado en esas épocas.
La Constitución establece que: «Todo trabajo será equitativamente remunerado» y si bien el tema es distinto al hecho de lo acontecido en la embajada de España, no deja de haber una analogía en la compensación económica, donde la paz social puede ser fortalecida erogando una compensación o el pago por parte del Estado.
Todos los caminos y todas las acciones que lleven al logro del bien común son y deben ser apoyados por quienes verdaderamente deseamos la paz, la concordia y la existencia de una nación multiétnica, multicultural y multilingí¼e.