Yo DATA


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Un mundo paralelo se edifica en nuestros pies, a todo nuestro alrededor sin darnos cuenta. Cada uno de los individuos lo construimos con casi cada acción que hacemos en el día, sea una transacción bancaria, una gestión comercial, una compra en línea, navegar por internet, enviar una correo electrónico, al utilizar una tarjeta de crédito, al circular bajo las cámaras del sistema de tránsito, o con el hecho de viajar a otro país.

Julio Donis


Ese mundo relacionado se erige sin nuestro consentimiento y se alimenta si, de millones de millones de datos personales de cada uno de los humanos. Los ciudadanos tienen poco o ningún amparo de alegar el derecho a la privacidad de su información, menos de corregirla o negarla. No somos necesariamente conscientes de lo que produce vivir hoy día o de quien lo aprovecha. De alguna forma pertenecemos ya a una gran matrix que acumula datos y datos de cada uno sin saberlo; la pregunta inmediata es ¿a quién le sirve este cúmulo de información? El dato en cualquier forma que se presente, sean números telefónicos, un perfil académico o laboral, una dirección física, etc., está siendo capturado permanentemente por mecanismos informáticos que alimentan bases de datos enormes con destinos variados, desde intereses empresariales de corporaciones globales hasta los planes de espionaje de diversos gobiernos. Los primeros se sirven de esa gran base de datos para moldear finamente las preferencias del consumo, para afinar sus ofertas y persuadir de gustos y necesidades superficialmente construidas. En este campo va de todo, desde la ropa que se prefiere hasta la forma de tratar una enfermedad, la pasta de dientes que se usa, pasando por las alternativas de recreación familiar, todo. Los segundos grandes utilitarios del mundo paralelo de los datos, son los enclaves de poder que se les identifica con gobiernos específicos, pero que también puede ser entidades ocultas sin el consentimiento de su mismo gobierno. En este caso, el tablero también es el planeta y sus confines, pero el juego es la geopolítica que tiene al final de la cadena de intereses, el mismo que los otros usuarios, acumular riqueza a cualquier costo. En este escenario de control masivo, la opción de la intimidad se desvanece poco a poco, dato tras dato, al mismo tiempo que cada usuario o cada consumidor sin poder resistirse, sin conciencia plena de una lógica que se va constituyendo como la única forma de interactuar, alimenta nubes virtuales de datos en lugares que no existen oficialmente. La llamada Web 3.0 que aprende del usuario, le extrae información casi sin posibilidad de negarse a ello. Las revelaciones de Snowden solo anticipan una nueva realidad que cambiará las certezas que hoy día damos por pétreas. La acumulación masiva de datos moldea un mundo que será en breve el que se impondrá sobre el actual análogo. En este escenario, las nuevas formas de lucha social que recurren a las tecnologías, ufanándose de su poder de convocatoria y penetración de su mensaje, usando las redes sociales en lo que ellos llaman  ciberactivismo, no atentan realmente al sistema. Sus protestas y las nuevas formas de lucha están ya considerada por éste, que también las incorpora a la gran base de datos. Los dilemas del derecho al libre acceso a la tecnología, a la interacción de los ciudadanos con las máquinas e incluso la consideración de una ética para los robots también estarán considerados por el sistema en lo que se llamarán los derechos de 5ª. Generación. La verdadera lucha, como ya lo demostró Snowden y Assange va más allá de una ética hacker.