Como el monte que brota por todos lados cuando se producen las primeras precipitaciones pluviales están surgiendo las «revoluciones» que pretenden saltar o ya han comenzado a saltar fronteras de países de algunas regiones como chapulines o como los anuros…
Pareciere como si los líderes de la política o politiquería internacionalista han encontrado de esa guisa un modus vivendi para satisfacer sus ambiciones personales y sectarias.
Se nos antoja que el gran caballero Don Dinero se ha vuelto algo así como un Don Juan de platos apetitosos…
La politiquería partidista que, a la usanza de cierta gente ebria de ambición y mando en este empobrecido jirón de la patria centroamericana, tiene expresión en los movimientos revolucionarios de marras. Es, piensan muchos, muchos, un gran negocio muy lucrativo que genera corrupción.
Fidel Castro y sus huestes se lanzaron a una revolución contra el dictador Fulgencio Batista sin darle el color que más tarde le dieron al régimen que implantaron, o sea el «socialista» a la soviética que, cuando lograron imponerlo, lo declararon comunista químicamente puro?
Cuando en los inicios del orden de cosas establecido por el castrismo fuimos invitados cuatro periodistas guatemaltecos a visitar Cuba un primero de mayo, día del trabajo que sería celebrado en la Plaza Cívica de La Habana, el «cuarteto» de la prensa nacional pudo darse cuenta que ni los modestos trabajadores del hotel donde nos hospedamos, ni de comercios (incluidos los «callejeros»), ni los taxistas, lustradores y demás ciudadanos «rasos» consultados al azar querían sovietismo (léase comunismo), al igual que habían detestado la tiranía batistiana.
A finales del siglo pasado también el golpista militronche Hugo Chávez dijo haber formado «su» Revolución Bolivariana, la que por cierto de bolivariana no tiene más que el «apellido» por cuanto que Simón Bolívar, el heroico anticolonialista, fue LIBERTADOR, no liberticida, no tirano ni desleal a esta zona del mundo: América; ¡la América inmortal!
Y sigamos con las aventuras de los personajes que ya se están creyendo redentores de pueblos y aun semidioses.
El energúmeno fanatizado gobernante de Irán, Mahmud Ahmadinejad, al referirse a la República Islámica que hace 30 años fundó el ayatolá Ruhola Jomeini, declaró que «la revolución islámica sigue viva», y agregó: «Aunque esta revolución tuvo lugar en Irán, no se limita a las fronteras iraníes».
Hasan Jomeini, nieto del ayatolá Ruhola de ese apellido, pronunció unas palabras en la ceremonia político-religiosa «que fueron recibidas con gritos de muerte a Estados Unidos» y «muerte a Israel». ¡Oh, que osadía! ¿Y así habla de paz el ensoberbecido terrorista iraní?
Tanto Castro como Chávez y Ahmadinejad, entre más de algún otro de sus pariguales tratan temerariamente de exportar sus revoluciones de diversas tendencias hacia fuera de sus bordes territoriales, más ¿no se pondrán a pensar en que sus nada pacifistas aventuras pueden en un momento dado envolver en llamas a todo el globo terráqueo para que no quede piedra sobre piedra?, sino únicamente cenizas en los labios de más de tres mil millones de seres humanos que están temiendo los horrores de lo macabro.
¡Insensatos los viejos revolucionarios y los de los nuevos oleajes que pueden ser unos terroristas guerreristas reales o en potencia!