Ya pasó lo más ruidoso de la pelea polí­tico-electoral


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Los hombres y las mujeres que juegan a la polí­tica en esta Guatemala de la Asunción y de la espectacular y célebre ascensión al apetitoso guayabal, a las buenas o a las malas, han dejado en calma, por ahora, el ambiente nacional por haber llegado en la campaña polí­tico-electoral a lo culminante de la primera jornada. Pero… ¡falta lo demás!

Marco Tulio Trejo Paiz

 


Desaparecieron, ¡al fin!, las sonrisas como sardónicas de los aspirantes a las codiciadas posiciones de gobierno. Los más como que se pusieron de acuerdo para sonreí­r a ocho columnas exhibiendo sus “apolí­neos” aspectos propagandí­sticos y haciendo promesas de esas que no siempre se cumplen cuando se está medrando y dando rienda suelta a la vanidad de mando y de jor, jor, como suele decir una estimada colega. Se vio que Suger y Pérez Molina no sonrieron, sino posaron con evidente naturalidad. 

Y una pequeña preguntita: de sopetón: ¿Quedarí­an satisfechos y contentos quienes en el partidismo tuvieron una militancia activa, “desinteresada”? ¡Lo dudamos! Siempre los perdidosos en estos casos, al menos en su mayorí­a, fruncen  el ceño gimoteando  y gritando  ¡fraude!, ¡fraude!, ¡fraaaudeee! a voz en cuello y esgrimiendo argumentos a su mejor conveniencia. ¡Pobres lloricas malhadados!

Deben de estar fatigados los candidatos a la presidencia, a la vicepresidencia, a las curules del sombrí­o y “onorabilí­simo” –así­ escrito, sin h– caserón de la novenita avenida, a las alcaldí­as y concejalí­as de las corporaciones edilicias, a consecuencia de la lucha realizada con bombos y platillos y  hasta con acarreos de ganado humano…

La vida activa y productiva del paí­s –que conste– se vio bastante afectada, con repercusión directa, por supuesto, en la economí­a nacional, y es que se inmovilizaron a ratos, como quien dice, el comercio, la industria, incluso el aparato burocrático que de por sí­ funciona como a desgano, como desperezándose… Y ¡qué coincidencia!: Los sindicalistas, los “maistros” y los que pretenden hacerse de viviendas gratisdatas –léase regaladas– (mucha gente ya se acostumbró a que le den todo sin costarle ni un centavo) se dedicaron a bloquear ví­as estratégicas en la capital y en otras partes cuando faltaban sólo unos cuantos dí­as para que fuese celebrado otro alegre evento electoral… ¡Qué civismo con buenas dosis de anarquí­a y qué ni qué nada!

Miles y miles de trabajadores y trabajadoras afrontaron serios problemas para asistir a oficinas y establecimientos en general donde sudan la gota amarga de sol a sol. Los transportes urbanos y extraurbanos, los “tráileres”, los camiones y demás pesados vehí­culos hicieron colas a lo largo de varios kilómetros en las carreteras, lo mismo que en muchas cuadras de calles citadinas, y los productos perecederos se fueron a la basura… Y esos sindicalistas bochincheros, antisociales y antidemocráticos, lejos de lograr sus propósitos por estar vací­as las arcas estatales, cosecharon repudio, indignación, entre la población. ¡Que les sirva de experiencia esa antipatí­a popular para que en lo venidero rectifiquen sus procederes y no se dejen embrocar por lí­deres incapaces e irresponsables.

Pues bien, hubo incidencias diversas en el jaleo. Estaremos atentos a los resultados oficiales de la andanada de sufragios para saber quiénes despanzurraron con éxito, realmente, la bondadosa piñata… Lo conveniente, ahora, es no especular ni que nos hagan escuchar epinicios prematuramente. No hay que cantar gloria todaví­a. Esperemos la declaración oficial que mantiene expectante, presa de nerviosismo, a la ciudadaní­a, sobre todo a los polí­ticos del famoso partidismo electorero que no honra al sistema democrático.

Lo deseable es que los elegidos y los electos, propiamente dichos, tengan buenas realizaciones cuando estén montados en el potro y que se abstengan de defraudar a los electores con actuaciones pecaminosas, corruptas,  censurables y negativas en todo sentido.

A los puestos del gobierno nacional y a los del gobierno municipal debe irse con ánimo de trabajar como Dios manda en beneficio de las comunidades respectivas, mas no, mil veces no, como se ha visto y comprobado en los últimos perí­odos cuatrienales.

Es hora –nunca es demasiado tarde– de hacer í­mprobo y patriótico esfuerzo, a fin de recobrar el prestigio del aparato burocrático, sobre todo el del Congreso de la República, donde como parasitariamente succionan las ubres del presupuesto nacional nada menos que 158 “curuleros” politiquientos –valga decir que hay excepciones– que dormitan y apenas pueden levantar las manos para aprobar o improbar, a lo robot, las leyes que ni siquiera habrán leí­do. También hay que velar por que se actúe honestamente, sin garfadas de los amigos de lo ajeno, en muchas municipalidades que abusan, que da horror,  de la autonomí­a.