Hace algunos días recibí un correo del señor Gerald Hermann, quien reside en el Estado de Pennsylvania, Estados Unidos, y aparentemente escribe y lee el español bastante bien, aunque este servidor también entiende y puede comunicarse en el idioma de Shakespeare. Me satisface de manera muy especial, que el señor Hermann sea uno de los asiduos lectores por Internet del diario La Hora y de paso me brinde el honor de leerme cada semana, según lo consigna en su nota. En su escrito me expresa no estar de acuerdo con algunos criterios que planteé en mi columna antepasada titulada, «Polémica ley migratoria», especialmente cuando menciono que las razones de fondo que tienen varios legisladores estadounidenses para detener la inmigración de latinos a ese país, no obedecen a aspectos de seguridad o a desplazamiento laboral de la población anglosajona, sino a motivos estrictamente políticos y raciales.
Como le expliqué al señor Hermann, el sentimiento xenófobo en Estados Unidos se empieza a enquistar a mediados de los noventa en algunos políticos y comunicadores como consecuencia de las publicaciones de la Oficina del Censo de ese país, en donde se remarca el aumento acelerado de la población latina de Estados Unidos. En 1990 por ejemplo, entre los datos demográficos que publica esa institución, se pone en evidencia nuevamente el alto crecimiento de los latinos en ese país con un número ya de 22 millones de personas, esto refuerza el temor en algunos núcleos de la sociedad anglosajona por el fuerte aumento poblacional de este conglomerado, especialmente por el bajo índice de crecimiento de su propia etnia. En el año 2000, la Oficina del Censo nuevamente enmarca a los latinos como el grupo de mayor crecimiento con una cantidad de 35 millones de habitantes dentro de ese país. Este dato es precisamente el que logra reforzar y propagar el sentimiento xenófobo en buena parte de la población anglosajona estadounidense. Por supuesto, el último dato de la Oficina del Censo del pasado julio del 2006, que reporta 44.3 millones de latinos viviendo en Estados Unidos, es el que desata voces alarmistas como la de Jack Martin, analista de la derechista Federación Estadounidense para la Reforma Migratoria, quien ha hablado de una «planificada invasión desde el sur, que pone en peligro la cultura y tradiciones de la población blanca de este país».
Hay que reconocer que los canchitos del norte están realmente preocupados, especialmente cuando los datos los ubican con el índice de crecimiento poblacional más bajo de ese país, el 0.3 %. Un verdadero contraste con el crecimiento de los hispanos, hoy la primera minoría y la población de mayor crecimiento de Estados Unidos, con una tasa del 3.4 % anual.
La razón del crecimiento tan fuerte y acelerado de los hispanos en Estados Unidos, obedece a dos razones básicas, primero, a causa de una alta tasa de natalidad representan a las familias con más miembros, 5.4 personas en promedio, y segundo, el fuerte oleaje migratorio desde Latinoamérica a la Unión Americana, ya que se considera que alrededor de un millón de personas cruzan la frontera mexicoamericana cada año.
Siempre he escrito, que la reforma migratoria, que por cierto mañana martes probablemente salga del «congelador» en que la tiene el Senado, habrá de legalizar de alguna manera a los indocumentados que actualmente se encuentran en ese país, pero también he dicho, que nacerá con todos los ingredientes letales posibles para evitar nuevos inmigrantes latinos. El cierre a la inmigración en ese país es categórico, ya no quieren más latinos, pero parece que aquí no se quiere entender el «tsunami» económico y social que esto va a ocasionar. Continuará.