Ya no más experimentos, no más analfabetas funcionales -I de II-


Increí­ble pero cierto, cada año, la graduación de miles de jóvenes de ambos sexos trae aparejada dos circunstancias muy especiales: la primera es la alegrí­a de saber que se culmina un perí­odo de estudios y que existe la opción para ingresar a la Universidad; y la segunda, el temor de saberse no preparado para afrontar los exámenes de admisión en cualesquiera de los centros de estudios superiores.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

La responsabilidad del fenómeno citado es compartida entre el Ministerio de Educación – por no hacer cumplir la ley y aplicar los controles pedagógicos- los centros de estudios privados- por contratar docentes con escasa preparación para «enseñar» lo poco que saben o que no saben- y los padres y madres de familia- que no se preocupan por dar seguimiento o control a los estudios de sus hijos.

Los datos proporcionados por el mismo Mineduc, relativos a la calidad educativa que reciben los alumnos durante su etapa formativa, dan como resultado la pésima escala de preparación que recibe la población escolar por parte del sector docente, a lo largo de los estudios primarios y de educación básica y diversificada. Los exámenes que el Mineduc realiza desde hace cuatro años a los graduandos del nivel diversificado, reflejaron el año pasado que menos del 10 por ciento de los estudiantes tienen las habilidades matemáticas y lectivas necesarias para la vida laboral y académica.

En el área especí­fica de comprensión de lectura, es muy necesario que el sector docente se percate de lo imprescindible que es enseñar a leer pero… que igual o mayor importancia tiene la comprensión de lo que se lee; es decir, lo que significa, lo que se entiende, lo que es; caso contrario, ahí­ principia a nacer el analfabetismo funcional.

Se denomina analfabetismo funcional a la incapacidad de un individuo para utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida. Un analfabeto funcional, puede leer y escribir textos en su lenguaje nativo, con un grado variable de corrección y estilo, puede interpretar las señales de tráfico, consultar un diccionario o entender un folleto con los horarios del autobús; pero no podrá comprender o tergiversará lo leí­do en un diario.

Muchí­simas personas padecen de ese silencioso mal; no se dan cuenta que son analfabetas funcionales porque leen «por encima» sin analizar, sin comprender, formulándose una idea errónea y al emitir criterio sobre algún aspecto leí­do, lo hacen de forma parcial o totalmente equivocadas. De ello padecen muchí­simos personajes polí­ticos que dirigen el paí­s, que dirigieron universidades, facultades, colegios y entidades del Estado y profesionales de todas las disciplinas cientí­ficas incluyendo al gremio periodí­stico.

Es necesario que ante la realidad educativa que vivimos, todos los establecimientos educativos del paí­s incluyendo a los colegios de garaje, se esmeren en contratar personal calificado para la tarea de enseñar.