Nunca había visto al sacerdote Pío Agustín González, Misionero del Sagrado Corazón, y cuando empezó a oficiar la misa el pasado sábado me causó una buena impresión su forma transparente de comunicarse con los fieles, pero no imaginaba que estaba a punto de escuchar una de las homilías más comprometedoras que he experimentado. Recordarán los lectores que hace algunos días escribí sobre la necesidad de que los guatemaltecos reaccionemos frente a la violencia y seamos nosotros, ejerciendo ciudadanía, quienes obliguemos a que se tome en serio el tema de la seguridad, razón por la cual hubo una inmediata sintonía con el padre González porque a partir del Apocalipsis de San Juan y de la frase que uso para titular esta columna, nos hizo reflexionar sobre el papel que como católicos tenemos que jugar en la búsqueda de esa tierra nueva.
ocmarroq@lahora.com.gt
Nicaragí¼ense de origen, el padre Pío ha tomado correctamente el pulso a nuestro país y a su sociedad en esa cuestión tan crucial como es la defensa de la vida humana. Y es que la nuestra es una Nación que ha sufrido mucho porque a los muchos años de dictaduras violentas y profundamente represivas se sumaron los años de guerra en los que miles de guatemaltecos murieron con la ilusión de estar, cada uno en su bando, defendiendo la idea de un país mejor, más libre y más justo. Lamentablemente la experiencia nos demuestra que esa generosa ofrenda de sangre fue al final estéril porque apenas si se tradujo en unos acuerdos de paz que en el papel pueden ser muy buenos, pero que en la práctica siguen siendo asignatura pendiente para construir esa tierra nueva que tanta falta nos hace. Hoy, en tiempos de «paz», la cantidad de muertos se equipara por lo menos a la que sufríamos durante los años del conflicto armado interno y seguimos regando la sangre de gente inocente sin que como sociedad nos decidamos a ponerle remedio a la situación. Seguir esperando del Gobierno que ellos nos ofrezcan soluciones es inútil porque está visto que no les ocupa ni les preocupa la matanza. El padre Pío González recordó el esfuerzo de monseñor Gerardi por legarnos una recuperación de la memoria histórica que fuera el punto de partida del «nunca más». Pero pasan los meses y los años y nos damos cuenta que llevamos paso de cangrejo y que ante la paciencia no sólo de las autoridades sino de todo el pueblo, los criminales pueden seguir haciendo de las suyas sin temor al peso de la ley y la aplicación de la justicia. Ningún ciudadano debiera permanecer indiferente ante lo que está pasando pero mucho menos los ciudadanos llamados a dar testimonio de nuestra fe. No podemos esperar a que sea en el más allá donde se concrete esa visión de San Juan, sino que tenemos la obligación de trabajar todos los días para construir esa tierra nueva en la que no haya muerte, luto, llanto y dolor en las proporciones apocalípticas que ahora estamos sufriendo. Hay ocasiones en las que uno siente desesperanza por la magnitud descomunal del problema de la violencia e inseguridad que hay en el país, pero sin duda que ayudan mucho las sacudidas de conciencia como las que nos pegó a los fieles el padre González, quien es párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en la colonia El Tesoro.