Los sentimientos de los chilenos se hallan, entre sí, a contrapelo en los fatales momentos del fallecimiento del general Augusto Pinochet, quien durante alrededor de 17 años empuñó las riendas del poder en el bello país sureño.
En los inicios de la década de los 70´s, Pinochet protagonizó una acción armada contra el régimen socialista a la soviética de Salvador Allende que, con sus radicales actos de gobierno, provocó gran descontento popular, tanto fue así que, en multitudinarias manifestaciones callejeras de Santiago, la capital chilena, le estuvieron dando ruidosas «serenatas» con cacerolas y gritos a voz en cuello antes de la estrepitosa caída. No querían la cubanización.
A Pinochet le atribuyeron la responsabilidad de todo un genocidio. Fueron muertos como 3 mil opositores; unos 30 mil fueron torturados y muchos fueron declarados desaparecidos. El ya famoso juez español Garzón libró orden de aprehensión contra Pinochet cuando el ex dictador se encontraba en Londres, Inglaterra, recuperándose de salud tras ser sometido a una intervención quirúrgica y, desde entonces, el ahora difunto ex comandante supremo del ejército chileno se mantuvo acosado por los tribunales de justicia en su patria.
Tan pronto como trascendió la noticia de la muerte del anciano ex gobernante sudamericano, en las calles de Santiago hubo expresiones de pesar y de exultación de parte de sus partidarios anticomunistas y de sus adversarios comunistas y símiles ideológicos, respectivamente.
Personas no obcecadas de la portentosa urbe chilena lamentaron públicamente la deformación cultural (y moral) de quienes estallaron de alegría por haber fallecido Pinochet. ¡Y es que con los huesos ya no debe «pelearse»! Procede, entonces, optar por el silencio, enterrando los rencores, pese a las heridas sufridas, por profundas que hayan sido. Infortunadamente, la política (o la politiquería) de los extremistas de las diversas tendencias suscita pasiones al rojo vivo que suelen ser explosivas…
A diferencia de los familiares, de los amigos y simpatizantes en general del extinto, los opositores gritaban acusatoriamente, a voz en cuello, con relación a las masacres atribuidas al hombre que gobernó con dureza más de un quindenio.
Lo que se ha dicho de Pinochet respecto de atrocidades viene siendo muy pálido en relación con lo que ha ocurrido en la Cuba castrista a lo largo de casi medio siglo y, asimismo, en cuanto a lo acontecido en nuestra aldea centroamericana durante más de tres décadas. En la mencionada isla caribeña han muerto fusilados y a causa de horribles torturas e inanición, más de 30 mil cubanos caídos en desgracia, y en esta Guatemala de la eterna… politiquería, hubo casi 250 mil muertos, no pocos desaparecidos, heridos y refugiados.
Bueno, todo eso es repudiable. No se explica ni se justifica la brutalidad de torvos personajes que, tratando de darse estabilidad en sus tronos conquistados por fas o por nefas, se imponen a sangre y fuego sobre promontorios de cadáveres de opositores reales o supuestos.