Las notas de la marcha nupcial se dejaron escuchar y los invitados se pusieron de pie para admirar a la radiante novia.
Hilde Kirch ingresó al templo, ataviada con un hermoso vestido blanco; su rostro brillaba de felicidad y toda ella parecía una flor de rara belleza, mientras se aproximaba al altar.
Su prometido Hans Luben, esperaba al frente con el pecho embargado de emoción porque al fin, sus sueños se convertían en realidad.
Ellos eran novios cuando estalló la Segunda Guerra Mundial; el muchacho fue llamado a filas y la chica salió exiliada hacía los Estados Unidos.
Se reunieron 35 años más tarde y decidieron continuar el idilio interrumpido. Se casaron en 1982.
EL TIEMPO Y LA DISTANCIA SON RETOS PARA EL AMOR AUTENTICO.