Yo sostengo que no hay pecado más grave en un país pobre como el nuestro que el de la corrupción que involucra no solo a los funcionarios que se embolsan dinero del erario, sino también a los particulares que inflan sus precios y venden más caro al Estado o realizan obras que son mamarrachos que valoran, además, como un ojo de la cara. Y cuando uno dice que es un pecado social muchos se ríen porque para ellos el negocio es simplemente negocio y en ese mundo se trata de hacer la mayor cantidad de dinero con el menor esfuerzo, factor que sirve para medir de alguna manera el éxito de las personas o de las empresas.
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Pero ahora muchos de los que han vivido en ese mundo regresaron de una experiencia que les permitió convivir con gente que sufre condiciones de pobreza en Guatemala y aún los que lo hicieron como gesto de esnobismo, no digamos los que fueron con la más sana intención de realmente conocer la realidad de nuestro país, tienen que entender que cada centavo que se le roba al Estado mediante mordidas, contratos fraudulentos o tráfico de influencias, es algo que le resta oportunidades a esa gente para encontrar en la educación y la salud pública elementos que les permitan disfrutar de mejores oportunidades para ellos y para sus hijos.
La corrupción es imperdonable en cualquier lugar del mundo, pero en países que tienen las condiciones de pobreza que se reflejan en los indicadores del subdesarrollo humano que ofrece Guatemala, es criminal realmente que se produzca ese tipo de saqueo de los recursos públicos porque condenan a toda esa gente a vivir en la más desesperante y agobiante miseria. Ver lo que le pasa a los niños que nacen en esos ranchos tan precarios del interior del país es impresionante, pero más cuando uno se da cuenta que están condenados, por el mismo sistema, a vivir así y a heredarle a sus hijos y nietos la misma situación cuando al final de su vida mueran en esa miseria que los marca para siempre.
Poco o nada podemos hacer por los adultos que no tuvieron oportunidades, pero no podemos seguir igual con sus hijos que hoy, pequeños e ilusionados, a veces piensan en salir de esa vida en condiciones de absoluta marginación y pronto se dan cuenta que su cuerpo no responde porque no fueron siquiera alimentados propiamente y que el déficit de nutrientes les marcó física e intelectualmente para toda su vida.
Cuando hablamos de hambre y desnutrición en el país estamos hablando de un problema que deja el sello en generaciones enteras que tienen un hándicap impresionante porque fueron marcados por un deficiente desarrollo físico y mental. Ellos hubieran requerido de amplia inversión social para garantizarles, por lo menos, la alimentación necesaria para nutrirlos adecuadamente, no digamos luego las condiciones sanitarias que los mantengan libres de enfermedades recurrentes como las gastrointestinales, además de la educación que les abra puertas para aspirar a trabajos dignos y mejor remunerados.
Yo creo que la corrupción no cederá, pero los ladrones, tanto en el Estado como en las empresas, tendrán ahora más claro su enorme y grave pecado social. Ninguno dejará de hacer lo que está acostumbrado a hacer simplemente porque vieron en vivo y a todo color la pobreza y sus consecuencias, pero en el fondo de su conciencia tendrán que saber y reconocer que cada centavo que se roban es recurso que le están restando a las oportunidades para que esas familias puedan soñar, siquiera, con un futuro digno que rompa con el ciclo vicioso de la falta de oportunidades y de la miseria.