Colas interminables de camiones en las fronteras, más de 30 monedas diferentes, telefonía móvil distinta de un país a otro, algunos regímenes autoritarios: en marzo de 2007, Europa podría ser algo así de no existir la UE.
Más de 60 años después de la Segunda Guerra Mundial, es probable que las dictaduras comunistas habrían desaparecido y Europa viviría en paz. Pero los europeos serían menos móviles y menos abiertos a sus vecinos.
En el momento de las vacaciones, el avión sería aún más caro y los automovilistas formarían kilómetros de atascos en las fronteras para enseñar el pasaporte a policías desbordados, salvo en el interior de algunas regiones como el Benelux o los países nórdicos.
Para los camioneros el momento de la espera sería bastante más largo, a veces todo un día, como sucedía antes de 2004 en la frontera polaco-alemana.
Los 312 millones de europeos que pagan ahora en euros seguirían utilizando billetes con la efigie de celebridades nacionales, desconocidas en los países vecinos.
Sin UE, nada de mercado único europeo. Aunque los países europeos se hubieran decidido a abolir la mayoría de los aranceles aduaneros, es probable que una multitud de obstáculos seguiría entorpeciendo la circulación de mercancías.
En Francia, los automóviles deberían llevar luces amarillas y no blancas como en todas partes. Y en Alemania estaría prohibido vender cerveza que incumpliera la regulación dictada por el rey de Baviera en 1512.
Para impedir que las lujosas berlinas alemanas hicieran sombra a sus Peugeot y Renault, Francia habría instaurado una tasa especial para las grandes cilindradas. Italia habría aumentado la tasación de los vinos franceses. Y Alemania habría prohibido los quesos camembert de leche cruda, en nombre del principio de precaución.
«Cada economía intentaría funcionar según el principio: exporta todo lo que puedas, importa sólo lo estrictamente necesario», afirma Josef Janning, un especialista de la UE en la fundación alemana Bertelsmann.
Los monopolios energéticos o de telecomunicaciones habrían perdurado. Grandes defensores de los servicios públicos, los franceses sólo tendrían una compañía, Téléphone de France, y tarifas prohibitivas. Como sucedió con la televisión de color en los años sesenta, los móviles, con normas diferentes, no siempre funcionarían entre un país y otro.
La falta de competencia o el fraccionamiento de los mercados darían precios más altos, y el poder adquisitivo sería menor. Aunque no siempre sería fácil comprobarlo debido a la incesante fluctuación de las divisas, a la merced de la menor crisis política nacional.
Muchos menos jóvenes europeos podrían estudiar en el extranjero al no existir el reconocimiento recíproco de los diplomas. Por lo tanto, también habría bastante menos parejas binacionales en Europa. Los fontaneros polacos no habrían dado que hablar en Francia ni aparecido por el Oeste, pero algunos países habrían tenido más problemas todavía para encontrar personal cualificado, en los hospitales y en la construcción.
Sin la UE y sus ayudas regionales, no es seguro que países antaño pobres como Irlanda o España hubiera conocido su reciente milagro económico.
Y sobre todo, es muy probable que la situación de Europa postcomunista fuera mucho menos favorable. Sin las perspectivas de entrar en la UE, le hubiera faltado la justificación para aguantar dolorosas reformas políticas y económicas. Varios países, como Eslovaquia por ejemplo, serían unas autocracias pobres como la actual Bielorrusia.
En marzo de 2007, una minoría de idealistas seguirían soñando con los Estados Unidos de Europa pero se toparían con los nacionalistas, partidarios del cada uno en su casa, o con los antiliberales, que verían un proyecto de UE como un avatar de la «mundialización neoliberal».
Si en marzo de 1957 sólo seis países (Alemania Federal, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) firmaron el Tratado de Roma, la Unión Europea no ha cesado de ampliarse en 50 años y cuenta hoy en día con 27 miembros tras el ingreso de Rumania y Bulgaria el pasado 1 de enero.
Estas son las etapas de la ampliación de la Unión Europea:
– DE SEIS A QUINCE:
– 1961: Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña piden su adhesión.
– 1963: interrupción de las negociaciones. El general Charles de Gaulle, presidente de Francia, declara que Gran Bretaña, «insular, marítima» y «vinculada por sus intercambios con diversos países», no está preparada para entrar al mercado común.
– 1973: la Europa de los Seis se convierte en la Europa de los Nueve con la llegada de Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda.
– 1981: Grecia se convierte en el décimo miembro del bloque.
– 1986: adhesión de España y Portugal.
– 1995: Austria, Finlandia y Suecia se suman a la Unión Europea, que se convierte en la UE-15.
– DE QUINCE A 25:
– 31 de marzo de 1998: inicio de las negociaciones de adhesión a la UE de Chipre y cinco países de Europa Central y Oriental (Hungría, Polonia, Estonia, República Checa y Eslovenia).
– 15 de febrero de 2000: inicio de negociaciones de adhesión de seis países más (Bulgaria, Letonia, Lituania, Malta, Rumania y Eslovaquia).
– 13 de diciembre de 2002: la UE decide integrar, a partir del 1 de mayo de 2004, a diez nuevos países. La adhesión de Bulgaria y Rumania es postergada.
– 1 de febrero de 2003: entrada en vigor del Tratado de Niza, que abre la vía a la ampliación a 25.
– 1 de mayo de 2004: ingreso a la UE de diez nuevos países: Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Malta, Chipre.
– DE 25 A 27:
– 25 de abril de 2005: Bulgaria y Rumania firman su tratado de adhesión a la UE.
– 1 de enero de 2007: Los dos ex países comunistas ingresan al bloque como miembros plenos.
– EL FUTURO:
– Croacia está en primera fila para ingresar a la UE, pero su adhesión no tendría lugar antes de 2009. Detrás se ubican Turquía (que abrió negociaciones en octubre de 2005 junto con Croacia) y Macedonia (candidata oficial).
– Otros candidatos potenciales son los Estados de los Balcanes (Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Albania).