¿Y por qué les extraña tanto los linchamientos?


El último de ellos, en Alotenango, ha extrañado a los guatemaltecos -en general- Como si hubiesen visto a Satanás que envuelto en lógica y apropiadas llamas. Yo no soy una bestia feroz pero me extraña que, en nuestra «linda» Guatemala, no ocurran estos Infernales hechos con más profusión. Hagámonos esta reflexión: Si nuestra «linda» (como dicen muchos, cursimente), carece casi de Estado de Derecho y en ella se realizan los más macabros actos en contra del Derecho pues no queda de otra (mexicanismo) que hacer sentir nacer y hacer nacer la negra tempestad del linchamiento.

Mario Alberto Carrera

¿Se ha enterado usted de linchamientos en Oslo, Copenhague o Suiza? No, ¿verdad? Pues sencillamente porque allí­ se respetan las leyes, la justicia, la razón, el conjunto de principios o normas, expresivos de una idea y de orden, que regulan en todas (¿?) las sociedades humanas.

Mucha gente condena (sin más explicaciones) los linchamientos sólo porque son vituperables y caverní­colas. Y no le dan más vueltas al asunto. Pero es porque no han vivido en situaciones lí­mites donde se encuentra el lugar sin fondo, porque no trabajan en la Terminal, porque no recogen la basura de los mercados para alimentarse o porque no han recibido una buena paliza de la policí­a «por un quí­tame de aquí­ estas pajas». Y ya que lo mencionó, nuestra «casta» y azucénica policí­a (a la que da miedo llamar) es responsable de los linchamientos, solo que ella los consumo bajo el Estado de Derecho de nuestra Guatelinda tierra. Lo confirma el hecho de que cuando alguien es ví­ctima de la policí­a, a la última que se piensa en acudir es a ella.

Los linchamientos de Alotenango y demás hierbas

Los apropiamientos de lo ajeno que ha consumado la «segunda dama» de la nación en El Petén, ¡qué espanto y horror!, según me he enterado por EL PERIí“DICO.

Además, lo de los doce chamuscados allí­ por Longarone, y no sigo con la lista porque serí­a la de nunca acabar, me hace sentir que vivo en el Tercer Cí­rculo de La Divina Comedia.

Los linchamientos (y la clase de bestias en que nos convierten), más la listita, de arriba, nos están transmutando en psicópatas colectivos: probablemente la mayorí­a de paí­ses africanos está en peores condiciones y en América Latina ocupamos los primeros lugares pero de los más abyectos y envilecido y aquí­ destacan nuestros «grandes» politicastros, con excepción de dos o tres mujeres, pero no incluyendo a una cuyo apellido se inicia con B.

Y no nos hagamos ilusiones. El psicópata (si vive entre psicópatas se multiplica) y la enfermedad es insidiosa como el alcoholismo. De manera que ni los linchamientos ni la sicopatologí­a social mermarán.

¿Se ha preguntado usted, alguna vez, por qué se dan los linchamientos?

No se dan porque sea la corteza cerebral la que los ordena.

Los linchamiento son estimulados por el hipocampo y la amí­gdala, esta última producción del miedo en el sobre.

Cuando estas últimas zonas mencionadas son espoleadas por hechos constituidos por la esencia del hombre- animal, a los que todos nos llamamos llamados «seres humanos», se suelta la fiera (en lo individual o el colectivo) y ¡arde Troya; Desgraciadamente no fuimos hechos «a imagen y semejanza de Dios». Si así­ fuera vivirí­amos en el Paraí­so. Pero parece ser que ocurrió lo contrario. La primera prueba de ello fue el minilinchamiento de Caí­n y Abel.

Y todos saben por qué es, es por el dinero. Si ya en el Siglo de Oro (¿hace 508 años?) se decí­a que gran señor es Don Dinero, que podemos decir hoy, si lo único que anhela la gente hoy en dí­a es la plata. Hoy sólo cuenta el aberrado amor y la salud. Hoy sólo cuenta el dinerito ¿no es verdad señora alcaldesa?