Ayer una madre y sus dos hijitos menores de edad fueron las víctimas de un brutal ataque terrorista contra un bus de las llamadas rutas cortas, supuestamente como represalia por no haber cumplido con cubrir el monto de una extorsión. Ciertamente la violencia nos tiene de cabeza y todos los días vemos un rosario de muertos, pero resulta inaudita la actitud que tenemos como ciudadanos al permanecer indiferentes ante la dimensión de barbarie que caracteriza esas muertes.
El hecho es terrible, pero más terrible es nuestra reacción colectiva al oír las noticias como oír llover, con la tranquilidad que siempre mostramos cuando la violencia se manifiesta lejana a nuestro entorno más directo. Porque nos hemos resignado a que nuestras autoridades no sean capaces de ejercer control sobre los grupos criminales y que la justicia no sepa actuar con diligencia para sancionar a los delincuentes. Nos hemos resignado a vivir de rodillas, clamando a Dios que nos libre de la vorágine que todos los días enluta tantos hogares en Guatemala, perdida ya la esperanza de que institucionalmente se ponga fin al flagelo que tanto dolor y lágrimas provoca.
Una madre y sus hijos aborda un bus para regresar a su casa y alguien deja una mochila con una bomba incendiaria con la intención de sembrar el pánico y obligar a los transportistas a pagar la extorsión. No les importa en absoluto a esos desalmados quién será la víctima directa ni cuántos morirán en el ataque terrorista.
¿Hasta cuándo vamos a soportar impávidos estas expresiones de violencia y de terrorismo sin que siquiera podamos exigir a las autoridades que se sacudan la modorra, que hagan algo por este pueblo que sufre y viste luto? Hoy los vecinos de esa familia inmolada en forma cruel e inhumana estarán llorando la pérdida, pero más allá del más próximo entorno, todos continuamos con nuestra vida normal, como si pudiera verse con normalidad la situación que sufrimos y que no parece tener remedio.
Brusco inicio de año, cuando en la primera semana del 2011 vemos que aquella barbarie que fue la característica principal del año 2010 no nos abandona, que los delincuentes están prestos para hacer cualquier tropelía con tal de hacerle daño a la gente sabiendo que nada ni nadie los podrá detener y que nunca tendrán que rendir cuentas por sus acciones criminales. Dentro de poco estaremos empalagados por una campaña electoral nuevamente vacía, llena de sonsonetes y canciones que no dicen nada ni implican compromiso, pero que pretenden agarrar incautos para que den su voto. Y el espejismo nos entretendrá hasta que instalado el nuevo gobierno, reparemos que es nuevamente más de lo mismo porque con eso nos conformamos nosotros.