Hoy publicamos un reportaje sobre el estado crónico de calamidad en el sistema de salud, mismo que fue objeto de preocupación para el presidente Pérez Molina al inicio de su mandato, pero evidentemente una preocupación pasajera y que no le ha provocado ninguna pena por las consecuencias terribles que para la población tiene un modelo de gestión fracasado para atender las enfermedades de la población mediante acciones preventivas y curativas.
Hace muchos años que el Ministerio de Salud Pública dejó de preocuparse por la salud para centrarse en los negocios de compras de medicamentos y otros insumos para la red hospitalaria. Aquellos años en los que el despacho se encargaba a profesionales prestigiosos, honrados y talentosos quedó atrás porque ese tipo de médicos no se prestaban al juego de los mercaderes que se empoderaron en la estructura ministerial. Hoy en día se busca a profesionales sin ningún prestigio que cuidar y que sepan cómo se hacen los negocios en las adquisiciones, con las consecuencias de ese estado de calamidad ya referido.
¿Qué se puede esperar de ministros que conforman sus equipos de trabajo con personal como la viceministra de apellido Obispo que recientemente protagonizó un escándalo mayúsculo al ponerse a chupar con su hijo y sus guardaespaldas? Generalmente los subalternos actúan conforme al modelo que les impone la autoridad superior y por ello es que si arriba roban, todos los de abajo hacen su cacha y si los de arriba son abusivos y prepotentes, los de abajo les imitan con gusto.
Tras haber declarado el Estado de Calamidad en el sistema nacional de salud, el Presidente debió ser mucho más exigente para buscar colaboradores eficientes que entiendan del problema y, sobre todo, que antepongan el servicio público a esa tentación de voraz corrupción. Pero todo fue del diente al labio, aunque el estado de calamidad sí existe y es muy profundo, porque se ve que no tienen la menor intención de entrarle a una depuración que debe empezar por las alturas jerárquicas de quienes no tienen más credenciales que las de eternos burócratas acomodados al trinquete eterno y a mamar de la ubre del Estado.
Sin el menor concepto de lo que es la salud pública y de las necesidades existentes en un país como el nuestro, donde hace falta trabajar tan intensamente en la prevención y donde la ingeniería sanitaria es tan importante como la atención primaria de salud, es obvio que lo único que cuenta e importa es a quién se le compran las medicinas y cuánto se cobra de comisión, razón de sobra para que la calamidad sea ya un mal crónico.
Minutero:
Con ministros ladronzuelos
la salud está por los suelos
y como hay impunidad
habrá más calamidad