¿Y los de a pie, como qué…?


Recuerdo que, hace muchos años, cuando funcionaba en la Capital de la República, la empresa de autobuses AURACO, propiedad del aficionado al deporte de la lucha libre, Vences Aldaz, el servicio que prestaba era excelente, las camionetas recibí­an a los pasajeros siempre relumbrando de limpieza, los asientos anchos y muy cómodos, no trasladaban personas que fueran paradas. Los pilotos, además de diestros eran sumamente correctos y amables, sobre todo muy corteses con las damas y muy atentos con los niños y los ancianos. Paraban el vehí­culo en el lugar autorizado por las autoridades de tránsito y nunca se desviaban de la ruta que debí­an cubrir. Y sólo habí­a que pagar cinco centavos de quetzal, o tres centavos en los buses que hací­an el recorrido de la 19 calle y 7a. avenida de la zona 1 hacia la finca El Pilar, al inicio de la carretera a El Salvador.

Alfonso Bauer

Pero ahora, la calidad del servicio es todo lo contrario: muy malo, pésimo. Y la gente que carece de algún vehí­culo para movilizarse y ha de hacer uso del servicio público de transporte urbano sufre constantemente malos tratos, no sólo de los choferes, sino también de sus ayudantes gritones que con voz ensordecedora van repitiendo hasta la saciedad, los nombres de las calles o avenidas por donde circula el vehí­culo y su lugar de destino.

Mencionaré algunas de las muchas molestias que sufrimos quienes nos trasladamos de un lugar a otro en esos armatostes:

Si, de casualidad encuentra un asiento vací­o, tiene que aposentarse con cuidado, porque no es raro que el cuero o plástico que lo cubre esté roto y le hiera las nalgas o las piernas la punta filuda de un resorte, o que en iguales condiciones esté el espaldar. Y, además, cerciorarse de que en el piso no haya una cubeta, una escoba, un trapeador o algún traste que le ensucie el calzado o la parte inferior del pantalón o las pantorrillas y las delicadas medias de una dama.

La descortesí­a del piloto o de su ayudante, porque si el pasajero o pasajero le hace alguna pregunta respecto a la localización de algún edificio o parque, que es donde tiene que descender, se hacen los sordos y no responden y si llegan a hacerlo es de mal modo, casi insultando a la persona.

El chofer, con frecuencia, no conduce el vehí­culo conforme al itinerario reglamentado. Por ejemplo, los buses de la lí­nea 32 que recorren la 9a. avenida de sur a norte, deben cruzar a la derecha al llegar a la 7a. calle de la zona 1, hacia el oriente y cruzar en la 15 avenida, a la izquierda, hacia el norte, pero es muy frecuente que en vez de dirigirse por la 7a. calle lo hagan por la 5a. calle, de manera que los usuarios que están esperando tomar el bus en la 7a. calle, perderán inútilmente su precioso tiempo.

Las camionetas que circulan de la Ciudad Universitaria, Usac, y que deben pasar por el Parque Colón, de las 17 horas en adelante ya no prestan el servicio, no obstante que no se les ha autorizado suspenderlo.

Otra de las actitudes censurables de los choferes es su comportamiento con las personas, sean mujeres o varones, adultos mayores, porque ordinariamente si no hay más gente, que no sea de la tercera edad esperando el bus, siguen de largo porque dichos usuarios tienen derecho a disfrutar servicio gratuito.

Peor aún, la grosera manera con que les tratan, al descender del vehí­culo. No he olvidado nunca la insensibilidad, el sadismo de un piloto joven, quien no obstante que veí­a bajar a una señora anciana con grandes dificultades, en vez de decirle a su ayudante que la atendiera, emprendió la marcha abruptamente y la señora se somató en la dura superficie de cemento de la calle. No pude contenerme y le increpe: » ¡Desgraciado, usted ¿No tiene madre? Maldito»

Si bien es cierto que el número de usuarios del servicio de transporte urbano ha aumentado considerablemente, las autoridades de tránsito debieran obligar a las empresas a que respetaran un cupo máximo de pasajeros que vayan de pie, porque repletan peligrosamente el vehí­culo de pasajeros, que en caso de accidente morirán o quedarán lisiados tan severamente que sobrevivirán, pero incapacitados ab eternum.

Serí­a la de nunca acabar si sigo relatando ese indecoroso e inhumano comportamiento de la mayorí­a de choferes del servicio público de transporte urbano. Quizás pueda deberse a la amenaza permanente de ser asesinados por los sicarios del crimen organizado, pero su reacción debiera ser no en daño del pasajero, sino del empresario. Y, al respecto, el servicio debiera ser nacionalizado o municipalizado, porque los subsidios oficiales que el gobierno, en montos de cientos de millones de quetzales, viene entregando a la banda de propietarios de buses, de nada ha valido para mejorar el servicio. Y si en vez de favorecer a esos voraces empresarios, el Estado hubiese comprado nuevas unidades, los vecinos de la ciudad capital, dispondrí­amos de un transporte más cómodo y más barato.

Por último no quiero terminar este escrito sin referirme también al menosprecio que un gran número de conductores y conductoras de automóviles privados, con que tratan al peatón, ven que éste está atravesando la ví­a pública y, en vez de moderar la velocidad del vehí­culo aceleran y se echan encima del transeúnte.

¿Y la policí­a de tránsito, para que está? No hace nada. Al igual que los choferes de los buses y que los presuntuosos dueños de lujosos carros privados, discriminan y vejan al ser humano peatón, al cual tratan no como semejante sino ¿COMO QU퉅?