Recuerdo que, hace muchos años, cuando funcionaba en la Capital de la República, la empresa de autobuses AURACO, propiedad del aficionado al deporte de la lucha libre, Vences Aldaz, el servicio que prestaba era excelente, las camionetas recibían a los pasajeros siempre relumbrando de limpieza, los asientos anchos y muy cómodos, no trasladaban personas que fueran paradas. Los pilotos, además de diestros eran sumamente correctos y amables, sobre todo muy corteses con las damas y muy atentos con los niños y los ancianos. Paraban el vehículo en el lugar autorizado por las autoridades de tránsito y nunca se desviaban de la ruta que debían cubrir. Y sólo había que pagar cinco centavos de quetzal, o tres centavos en los buses que hacían el recorrido de la 19 calle y 7a. avenida de la zona 1 hacia la finca El Pilar, al inicio de la carretera a El Salvador.
Pero ahora, la calidad del servicio es todo lo contrario: muy malo, pésimo. Y la gente que carece de algún vehículo para movilizarse y ha de hacer uso del servicio público de transporte urbano sufre constantemente malos tratos, no sólo de los choferes, sino también de sus ayudantes gritones que con voz ensordecedora van repitiendo hasta la saciedad, los nombres de las calles o avenidas por donde circula el vehículo y su lugar de destino.
Mencionaré algunas de las muchas molestias que sufrimos quienes nos trasladamos de un lugar a otro en esos armatostes:
Si, de casualidad encuentra un asiento vacío, tiene que aposentarse con cuidado, porque no es raro que el cuero o plástico que lo cubre esté roto y le hiera las nalgas o las piernas la punta filuda de un resorte, o que en iguales condiciones esté el espaldar. Y, además, cerciorarse de que en el piso no haya una cubeta, una escoba, un trapeador o algún traste que le ensucie el calzado o la parte inferior del pantalón o las pantorrillas y las delicadas medias de una dama.
La descortesía del piloto o de su ayudante, porque si el pasajero o pasajero le hace alguna pregunta respecto a la localización de algún edificio o parque, que es donde tiene que descender, se hacen los sordos y no responden y si llegan a hacerlo es de mal modo, casi insultando a la persona.
El chofer, con frecuencia, no conduce el vehículo conforme al itinerario reglamentado. Por ejemplo, los buses de la línea 32 que recorren la 9a. avenida de sur a norte, deben cruzar a la derecha al llegar a la 7a. calle de la zona 1, hacia el oriente y cruzar en la 15 avenida, a la izquierda, hacia el norte, pero es muy frecuente que en vez de dirigirse por la 7a. calle lo hagan por la 5a. calle, de manera que los usuarios que están esperando tomar el bus en la 7a. calle, perderán inútilmente su precioso tiempo.
Las camionetas que circulan de la Ciudad Universitaria, Usac, y que deben pasar por el Parque Colón, de las 17 horas en adelante ya no prestan el servicio, no obstante que no se les ha autorizado suspenderlo.
Otra de las actitudes censurables de los choferes es su comportamiento con las personas, sean mujeres o varones, adultos mayores, porque ordinariamente si no hay más gente, que no sea de la tercera edad esperando el bus, siguen de largo porque dichos usuarios tienen derecho a disfrutar servicio gratuito.
Peor aún, la grosera manera con que les tratan, al descender del vehículo. No he olvidado nunca la insensibilidad, el sadismo de un piloto joven, quien no obstante que veía bajar a una señora anciana con grandes dificultades, en vez de decirle a su ayudante que la atendiera, emprendió la marcha abruptamente y la señora se somató en la dura superficie de cemento de la calle. No pude contenerme y le increpe: » ¡Desgraciado, usted ¿No tiene madre? Maldito»
Si bien es cierto que el número de usuarios del servicio de transporte urbano ha aumentado considerablemente, las autoridades de tránsito debieran obligar a las empresas a que respetaran un cupo máximo de pasajeros que vayan de pie, porque repletan peligrosamente el vehículo de pasajeros, que en caso de accidente morirán o quedarán lisiados tan severamente que sobrevivirán, pero incapacitados ab eternum.
Sería la de nunca acabar si sigo relatando ese indecoroso e inhumano comportamiento de la mayoría de choferes del servicio público de transporte urbano. Quizás pueda deberse a la amenaza permanente de ser asesinados por los sicarios del crimen organizado, pero su reacción debiera ser no en daño del pasajero, sino del empresario. Y, al respecto, el servicio debiera ser nacionalizado o municipalizado, porque los subsidios oficiales que el gobierno, en montos de cientos de millones de quetzales, viene entregando a la banda de propietarios de buses, de nada ha valido para mejorar el servicio. Y si en vez de favorecer a esos voraces empresarios, el Estado hubiese comprado nuevas unidades, los vecinos de la ciudad capital, dispondríamos de un transporte más cómodo y más barato.
Por último no quiero terminar este escrito sin referirme también al menosprecio que un gran número de conductores y conductoras de automóviles privados, con que tratan al peatón, ven que éste está atravesando la vía pública y, en vez de moderar la velocidad del vehículo aceleran y se echan encima del transeúnte.
¿Y la policía de tránsito, para que está? No hace nada. Al igual que los choferes de los buses y que los presuntuosos dueños de lujosos carros privados, discriminan y vejan al ser humano peatón, al cual tratan no como semejante sino ¿COMO QU퉅?