¿Y el MAGA?… ¡bien, gracias!


Hace ya muchos años que empezaron a desmantelar instituciones estatales que funcionaban a favor del desarrollo del paí­s. Hace muchos años que, gradualmente fueron encontrando los falaces argumentos para lograrlo. Y así­, supuestamente, no solamente ahorrar fondos, sino impedir que instituciones del Estado tuvieran otro tipo de actividades que no le correspondí­an a su jurisdicción.

Carlos E. Wer

Y así­, desmantelaron la Dirección General de Caminos, la que no solamente proporcionaba miles de empleos, sino mantení­a las carreteras y caminos del paí­s. Los oficiales graduados de la Escuela Politécnica, salí­an todos graduados de «camineros», identificando así­ a una institución, que como todas las demás están y deben de estar, comprometidas con el desarrollo. Pero «alguien», se dio cuenta y decidió que esa institución no deberí­a de construir caminos. Que no era esa su función. Que era el Ministerio de Comunicaciones el que deberí­a de asumir todas esas funciones (construir y mantener carreteras) y se dieron cuenta que el hacerlo representaba muchos cientos y miles de dólares, lo que lógicamente representarí­a buenas comisiones. Y se contrataron empresas extranjeras que construyeran nuestras carreteras. Más adelante «los mismos» pensaron que el tener compañí­as constructoras nacionales, representarí­a ahorro, además de que el dinero «quedarí­a en el paí­s». Y la calidad de las carreteras fue cada vez a menos. También era un buen negocio, el que cada poco tiempo, las deficiencias de la construcción, fueran ocultadas por frecuentes «manitas de gato», que solamente representaban a su vez jugosas ganancias para quienes han aprendido a «ordeñar» las arcas estatales.

Cosa parecida sucedió con el Ministerio de Agricultura y sus dependencias. Las polí­ticas públicas, cada vez más alejadas de la realidad del paí­s, no necesitan dependencias que se preocupen de la producción para consumo nacional. Es más fácil que las ventajas climáticas que ofrece nuestro paí­s para la producción agrí­cola, sean utilizadas para producir, «exportar», y así­ mantener a la clase que ha vivido del trabajo del campesino y agricultor guatemalteco. Y se creó una institución privada Agexpront, para que le permitiera al Ministerio de Agricultura, desarrollar polí­ticas de compra de alimentos, porque ello, no solamente era «más fácil», sino acorde con las polí­ticas económicas que nos eran impuestas.

Y las polí­ticas de independencia alimentaria, quedaron solamente para producir documentos, estudios, proyectos, que no han sido suficientes, ni para alimentar a la población, ni para producir acciones que permitan incrementar la producción agrí­cola en beneficio de la población. Con frecuencia platico con compañeros de organizaciones campesinas que deambulan de institución en institución, alimentando los sueños de miles de campesinos que esperan tierras y facilidades para, no solamente obtener un trabajo que les proporcionen medios de subsistencia para ellos y sus familias, sino para producir alimentos que cada vez están menos al alcance de la mayorí­a de la población.

Claro, las polí­ticas que fueron destruyendo la capacidad del Estado de responder a las necesidades de la población, también se encargaron de poner en manos de la iniciativa privada los instrumentos y medios para que fuesen ellos los que resolvieran el problema. Y hoy, el MAGA empleará sesenta millones de quetzales para la compra de alimentos para paliar el hambre de un sector de la población guatemalteca que ocupa «el corredor seco». Y se entregarán las demagógicas «bolsas solidarias», para ocultar la falta de polí­ticas económicas congruentes con la realidad del paí­s y aquellas que provienen de la cada vez más pronunciada crisis económico-financiera mundial.

Las protestas de campesinos sin tierra y de aquellos que aún teniéndola carecen de los medios para hacerlas productivas, van en incremento. Mientras tanto las polí­ticas de producción de energí­a para el desarrollo, que deberí­an de ir de la mano con los de producción alimentaria, se entregan, bajo condiciones de polí­ticas «globalizadotas» que yacen en estado de coma.

Así­, como antes de estallar la Revolución Francesa, las masas se encuentran cada vez más presionadas por condiciones de vida, también cada vez más alejadas de las pingues «metas del milenio».