¿Y el Estado laico?


«La jerarquí­a de la Iglesia se acuesta con cualquiera»

-Ernesto Cardenal

El predicador internacional Luis Palau, reunido con el presidente ílvaro Colom, el Ministro de Relaciones Exteriores y de Cultura el pasado miércoles, expresó que la iglesia Evangélica brindará apoyo al desarrollo del paí­s; apoyo catalogado por él como «una especie de oferta».

Violeta Cetino
usacconsultapopular@gmail.com

La cristianización en la América colonial tení­a lógica, solo en la expansión del reino español, pues para ellos era necesario fundamentar que los dominados creyeran que todo responde a un estado natural de las cosas. Pero a pesar de que han pasado ya más de 500 años, los patrones que pretenden dominar ideológicamente a la población, a través de de la religión, no han cambiado sustitutivamente.

En los Acuerdos de Paz se asume que el Estado es el ente encargado de promover el desarrollo, no solamente porque es una cuenta histórica pendiente, sino porque es su obligación.

El programa de gobierno y la responsabilidad del Presidente no deben ser sustituidas jamás por ningún mandamiento bí­blico, mucho menos, por promesas ni ofertas que provengan de instituciones religiosas, totalmente ajenas al Estado.

¿Cómo se puede permitir el acercamiento y la libertad de decidir en asuntos del paí­s a un representante religioso, cuando no le corresponde hacerlo? ¿Qué va a sugerirles Palau en su charla magistral a los agentes de la PNC?, ¿Cómo es posible que el Gabinete de gobierno, alcaldes y gobernadores del paí­s estén en la disposición de recibir y escuchar al predicador, cuando ni siquiera reciben ni escuchan a la población que los eligió?

El Presidente debe regirse por la estricta separación entre las instituciones del Estado y las religiones e iglesias, además de garantizar la libertad de conciencia y la no imposición de normas y valores morales particulares de alguna creencia o religión. En el ámbito privado, Colom puede considerar que los diez mandamientos constituyen una manera de bien llevar su vida. Sin embargo, para cuestiones relacionadas con el destino del paí­s en lo polí­tico, social y económico, no debe relacionar una cosa con la otra.

A la Iglesia solo se le debe atribuir el derecho de dar auxilio espiritual a sus fieles y devotos y ocuparse de sus asuntos internos. Al gobierno, encaminar sus esfuerzos por brindar educación, tierra, vivienda, salud y seguridad. A las ciudadanas y los ciudadanos nos corresponde exigirles a las autoridades el respeto al Estado laico.