Hace unos días un antiguo compañero de militancia me hizo llegar por correo electrónico dos artículos publicados en La Hora, por quien fuera el último secretario general del Partido Guatemalteco del Trabajo, Ricardo Rosales Román, conocido en la época de la clandestinidad como Carlos Gonzáles. Dichos artículos, publicados el 7 y el 21 de febrero del presente año dan una opinión sobre algunos sucesos vinculados con el PGT. También he leído algún otro, publicado meses antes en el mismo medio, pero no recuerdo la fecha. Me parece respetable y legítimo que quien fuera uno de los principales dirigentes de dicho partido se permite formular opiniones, como respetable y legítimo es que quien no esté de acuerdo con ellas también se permita expresarlo.
El tema resulta interesante porque ya es hora que la reconstrucción de la historia de la izquierda guatemalteca rebase la mera exposición de los testimonios personales y entre a un terreno en el que con documentación y sustentación teórica se haga una elaboración más profunda. Con respecto al PGT he sabido que se está preparando una edición nueva del texto de Huberto Alvarado: Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo, el cual llevará algunos textos introductorios o comentarios redactados entre otros, por Sergio Tischler y por quien estas líneas escribe.
Tres ideas expresadas por Rosales Román me han llamado poderosamente la atención. Las iré mencionando y después haré un comentario general. La primera de ellas es la expresada en el artículo cuya fecha no recuerdo. Rosales Román menciona al principal dirigente del movimiento que fraccionó al PGT en 1984. Dicho sea de paso no dice quien fue ese dirigente y yo no lo logro identificar pese a que adherí a ese movimiento que después se convirtió en el PGT (6 de enero). Dice Rosales Román que dicho dirigente llevó a la comisión política del PGT una propuesta que se había recibido del naciente gobierno encabezado por Ríos Montt, para que el partido entrara a la legalidad. Según nos cuenta ampulosamente Rosales Román, en la comisión política se rechazó la oferta con lo cual el PGT le ganó una batalla muy importante al enemigo. La segunda idea es la expresada en el artículo del 21 de febrero: «El propósito real y verdadero de los fraccionalistas del 6 de Enero no fue otro que intentar sabotear la incorporación del partido a URNG, lo cual no consiguieron.». La tercera idea es la expresada en el artículo del 7 de febrero, cuando en el párrafo final de su artículo menciona al revisionismo de Jruschov y la traición de Gorbachov y Yeltsin.
La gran ventaja de los planteamientos de Rosales Román es que retratan de manera muy clara el perfil que siempre tuvo como miembro de la dirección del PGT. Buena parte del fracaso del PGT en su etapa terminal se debió a que nunca pudo contar con una dirección política con el nivel, experiencia y creatividad que tuvo la dirección histórica secuestrada y asesinada en septiembre de 1972 y diciembre de 1974. En el caso de Rosales Román, estas deficiencias se conjugaron con una visión poco profunda y dogmática del marxismo, y un estilo de conducción marcado por el autoritarismo burocrático que probablemente aprendió durante su estancia en los países del socialismo real. Cuando se haga la historia del PGT, y se examine el papel que pudo haber jugado la dirigencia que se constituyó a partir de 1972 y 1974, es muy probable que Rosales Román no salga bien parado. Las aseveraciones sobre el fraccionamiento del partido en 1984 son autocomplacientes y de ninguna manera autocríticas. Rosales Román debería preguntarse sobre su responsabilidad en el fraccionamiento de 1978 y el de 1984, severos golpes que contribuyeron a que el PGT se convirtiera en una realidad secundaria en el movimiento revolucionario guatemalteco. En lugar de ello, se limita a retratar a quienes fuimos críticos de su gestión, como un grupo que quería legalizar al PGT y que veía con malos ojos la incorporación del PGT a la URNG, en suma como un grupo de oportunistas y sectarios. Me parece que es una visión que no se conduce con la verdad y el planteamiento de Rosales Román por lo tanto adultera la verdad histórica.
El que Rosales Román piense que Jruschov fue un revisionista y equipare como traidor a Gorbachov con Yeltsin, revela que el último secretario general del PGT le pasó de noche el XX Congreso del PCUS y lo evidencia como un stalinista fuera de contexto. Lo que se insinúa en esta idea es que para Rosales Román el tránsito de Stalin a Jruschov fue una desgracia para el socialismo soviético y que el principal culpable de la debacle del socialismo soviético fue Gorbachov. Cuando leí ese párrafo recordé a mi querido colega cubano y académico del Instituto Raúl Roa de Relaciones Exteriores en Cuba, el lamentablemente ya fallecido Roberto González, quien alguna vez me dijo: «Es absurdo echarle la culpa a Gorbachov de lo que sucedió en la Unión Soviética. Si algún culpable existe, este no es otro más que Stalin».
Sería una tontería atribuirle a Ricardo Rosales Román la entera responsabilidad de la crisis terminal del PGT. Hubo muchos factores, entre ellos los golpes demoledores que le asestaron los arquitectos del terror. Pero lo que si es cierto es que una conducción encabezada por un dirigente como Rosales Román, hizo una contribución no desdeñable. Por ello, cuando leí los artículos que hoy comento, no pude dejar de recordar a Augusto Monterroso en su célebre cuento: Y cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí.