¿Y cómo se les obliga a mostrar voluntad?


Esta mañana Prensa Libre publica una entrevista con el ex procurador peruano, José Ugaz, encargado de procesar a Fujimori y Montesinos, en la que sostiene que la corrupción se combate únicamente con voluntad polí­tica, tema sobre el que escribí­ al decir que no hay en nuestro paí­s el menor asomo de voluntad para enfrentar ese problema. Y estoy de acuerdo con el abogado Ugaz en el sentido de que hace falta una enorme dosis de voluntad polí­tica para corregir el mayor desajuste que presentan nuestras frágiles instituciones, pero la pregunta del millón, por lo obvio de la necesidad de esa voluntad, es cómo podemos obligar a nuestros dirigentes a asumir el compromiso.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Porque está visto que ellos de propia iniciativa no harán nada. Recordemos lo que pasó al terminar el gobierno de Portillo, cuando en Guatemala habí­a alta sensibilidad al tema de la corrupción por la forma en que los medios de prensa pusieron énfasis en los casos que se dieron en la administración del FRG. Era el momento propicio para que la presión social obligara a establecer mecanismos de probidad, transparencia y castigo a los corruptos, pero en vez de eso nos conformamos con la alharaca sin caer en la cuenta que la corrupción es institucional y no resultado de la persona que está en el poder. Los sistemas administrativos están diseñados para que los pí­caros se aprovechen de la debilidad del Estado y puedan así­ robarse tranquilamente millones sin tener que rendir cuentas ni pagar por los delitos cometidos.

Era ese el momento de que, aprovechando que todos los guatemaltecos tomamos conciencia de cuán grave era el problema, de hacer cambios de fondo en el sistema, pero en vez de eso confiamos en que cambiando al presidente todo quedarí­a resuelto y las pruebas nos demuestran que nada cambió en el fondo, porque como dijo, si el sistema quedó intacto, la corrupción también quedó sin cambio alguno.

El problema al final de cuentas no es de los polí­ticos porque éstos siempre tratarán de aprovechar las ventajas del sistema; baboso el que viendo el arca abierta disponga que la va a cerrar, porque eso le afectará en sus intereses y harí­a falta una honestidad muy grande para romper con prácticas sucias que han sido tan beneficiosas para los que ocupan el poder. El problema es de la sociedad que no se decide a librar una fuerte batalla contra la corrupción y contra los corruptos, porque en el fondo somos nosotros los que sufrimos las consecuencias del saqueo inmisericorde, descarado, burdo y grosero, que termina empobreciendo más a nuestro pueblo.

Si los polí­ticos vieran a un pueblo que mostrara un aire con remolino y que se proponga ponerle coto no sólo a la corrupción sino que básicamente a la impunidad generalizada en el paí­s, no tendrí­an más remedio que hacerle ganas y mostrar voluntad polí­tica, no por su gusto, sino para aplacar el clamor y la exigencia del pueblo. Pero mientras los ciudadanos no pasemos de refunfuñar, nos conformemos con desahogos de salón, para no correr riesgos ni asumir compromisos, los pí­caros tendrán el terreno allanado para seguir con el latrocinio. De nosotros, como pueblo, depende el remedio porque si esperamos que los polí­ticos muestren su voluntad, ya nos podemos ir sentando.