Y cayó el dictadorzuelo…


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Ayer como hoy, un negocio de US$ 15 mil millones es una jugosa “tentación” reservada para muy pocos mortales. El reparto de la “comisión” detrás de la generación de energía eléctrica por medio de barcazas localizadas en jurisdicción del Puerto de San José, fue el detonante que exasperó al entonces mandatario, Jorge Serrano Elías. En aquel entonces el número de diputados era 106. El partido de gobierno, Movimiento de Acción Solidaria, la segunda fuerza en el Congreso. Las negociaciones se realizaban bajo la premisa de, literalmente, la compra de votos.

Walter Guillermo del Cid Ramírez
wdelcid@yahoo.com


El martes 1 de junio de 1993, el aislamiento en el que había caído el régimen de turno se hizo insoportable. El sábado anterior, el 29 de mayo, había llegado al país el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, João Baena Soares. Ya se había instaurado la “Instancia Nacional de Consenso”, una suerte de integración de voluntades “democráticas”, conformada por los más diversos sectores del país, desde los todopoderosos y conservadores empresarios nacionales, hasta las posiciones de izquierda representadas en la dirigencia “popular y sindical”. El arribo de esta delegación provocó una pléyade de reuniones con miras a deponer al dictadorzuelo en ciernes. Los intentos impulsados desde la Secretaría de Relaciones Públicas de la Presidencia para censurar a la Prensa Nacional no habían fructificado como se esperaba. La hasta entonces ministra de Educación María Luisa Beltranena Valladares de Padilla recibía constantes rechazos en su nueva posición –impuesta– como Presidenta de la Corte Suprema de Justicia. Y la caída se produjo en una fecha como la de hoy, hace 19 años. Esa fecha debiera ser más importante, en una sociedad con aspiraciones democráticas sólidas, que el intento de destruirla que fuera propiciado precisamente una semana antes.

Desde finales del ahora lejano 1992, el tema de la generación de energía eléctrica se planteaba dependiente de los “combustibles fósiles”. La incorporación de una importante cantidad de megavatios por medio de motores de combustión interna ubicados dentro de barcazas localizadas en el Puerto Quetzal, se apuntalaba como la solución más viable para la obtención de energía eléctrica para el país y el cese de los constantes apagones. El negocio inicial, fue planteado a quince años de vigencia, a razón de un millardo de dólares por año. Las disputas sobre a qué bolsillos iría a parar la “comisión” de tal negociación desorbitaron las ambiciones de los entonces “representantes” en la novena avenida y el “inquilino” del “Guacamolón” o responsable de la “Guayaba”, como solía referirse al Palacio Nacional al hacerse cargo del gobierno, surgieron en disputas y desenfados continuos. La puja empezó semanas antes y se desata el martes 18 de mayo de 1993. El otrora poderoso diputado Obdulio Chinchilla Vega sufre un atentado que casi le cuesta la vida y le hace perder un ojo. Él era el cabecilla de los negociadores. Las “exigencias” terminaron por desesperar al jefe del Ejecutivo y una semana más tarde se produce el rompimiento del orden constitucional. Solo una semana se pudo sostener el régimen y como antes apunté, en un día como hoy, es depuesto el “aprendiz de dictador”, como le bautizara José Rubén Zamora y otros periodistas.

El partido de gobierno de entonces era la segunda fuerza, era una minoría. La UCN del finado Jorge Carpio Nicolle era la principal fuerza con 41 diputados, el MAS, la segunda con más de 25 y muy de cerca les seguía la Democracia Cristiana Guatemalteca. De aquella crisis un año más tarde surge la única reforma constitucional que ha avalado el pueblo de Guatemala mediante la consulta popular convocada para el efecto. Los mercaderes de entonces orillaron a una salida que aunque poco se dice de ello, le costó la vida al entonces Presidente de la Corte de Constitucionalidad, el licenciado Epaminondas González, quien fuera asesinado un “Viernes Santo” en 1994. Y el único dirigente político de entonces que no estaba en el despacho del Ministro de la Defensa Nacional, ese 1 de junio de 1993, que fuera asesinado en medio de un “atraco” en la ruta que conduce de “Los Encuentros” a Chichicastenango. El dictadorzuelo cayó en un día como hoy. Esta fecha a mi juicio, repito, debiera ser más importante que el afán por derrumbar la institucionalidad democrática de este nuestro país. Pero una cosa es lo que a mí me gusta y otra es lo que más se recuerda o de pronto se enaltece. Quizás para que no olvidemos que al final de cuentas la fachada democrática es solo el juego de máscaras a la que jugamos por medio de una lotería que llamamos elecciones. “A ver si ahora sí sale bueno”, pareciera ser la consigna que motiva el evento electoral que nos rige cada cuatro años a partir de la reforma que fuera aprobada también en un mes de mayo como producto del intento de rompimiento del orden constitucional que fracasó hace 19 años. Ahora, la crisis es de otra índole, pero hay crisis. La reforma a la Constitución de nuevo a discusión. ¿Qué opina?