Ya informamos e hicimos algunos comentarios en volandas, en este espacio de LA HORA, con relación a lo que estuvo al alcance de nuestros ojos y oídos en la flamante ciudad de Miami, que es, por cierto una de las más bellas que hemos conocido en el trotar por varias regiones de la bola terráquea…
Ahora sólo nos resta referirnos a unas cosillas del diario acontecer que cayeron inopinadamente, algunas, en nuestro esparavel y, otras, mediante preguntas propias de la inquietud del oficio que se ha vuelto vicio…
Cuando pasábamos por la caja de un supercentro comercial del «dawn tawn», ya para salir del establecimiento, curioseando y curioseando entre periódicos y revistas expuestos a la venta, echamos mano a una Reader»s Digest (revista Selecciones) y a un periódico titulado Globe, tamaño carta, que destacaba la fotografía del «moreno» presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama.
Como leemos y hablamos todavía un poco el inglés que aprendimos hace años (ya casi no lo practicamos), nos dimos cuenta que se asegura que el sucesor de Mr. George W. Bush se hizo, posiblemente antes de lanzarse al ruedo, de un certificado de nacimiento falso, en el que consta que vio la luz del día en dos diferentes hospitales de Honolulu: en el Queens Medical Center y en el Kapi»olani Medical Center (¡?!)
Por otro lado, se ha afirmado que Obama vino al mundo en Kenya, ífrica. Lo cierto es que se está polemizando en varios medios de comunicación sobre un tema tan rusiente que, en un momento dado, puede repetirse el caso de Mr. Richard Nixon, quien, por motivo de menor importancia, se vio obligado a desocupar la codiciada Casa Blanca?
Dejamos hasta allí el menudo lío que puede estar causando gran resonancia en los dominios del Tío Sam, con repercusión internacional, pero cabe señalar que Mr. Obama está perdiendo puntos progresivamente, no sólo por la nebulosa que envuelve su verdadera nacionalidad, sino a la vez por algunas medidas poco o nada afortunadas que ha tomado desde los inicios de su gestión presidencial.
Continuemos. Nos suscitó compasión y preocupación ver ringlas por todos lados de guatemaltecos parados o sentados en aceras y bancos a lo largo de las hermosas calles y avenidas de Miami; ofrecían, así, sus servicios a la gente que pasaba a golpe de tacón o sobre ruedas para realizar cualesquier trabajos en edificios y otros inmuebles. Según referencias que obtuvimos, esos angustiados compatriotas están pasando muchas penas por su situación de desempleo. Hay días que no comen por carecer de recursos. ¡Pobres paisanos; deben apoyarlos!
Los yanquis de los diferentes estratos sociales, blancos y «oscuritos», evidentemente viven bien. Alguien nos decía que trabajan para vivir, para vivir con bienestar y, en cambio, los no estadounidenses, como los modestos trabajadores latinoamericanos, puede decirse que viven para trabajar; para trabajar hasta el agotamiento, hasta el sufrimiento, sobre todo los que dilapidan los salarios en los antros de vicio y los que se suman a las filas de «maras» y de otros especimenes por el estilo.
Además, quienes no tienen clara visión respecto del futuro para ahorrar algo, aunque sea un poco de lo que les provee cada jornada de trabajo, algún día podrían regresar eufóricos, felices y acicateados por el amor de patria y familiar a sus respectivos patios natales. Algunos o muchos, que no piensan sólo en el presente, han sido previsores. Han sido ahorrativos, y es así como a su retorno o antes han adquirido terrenos y construido viviendas e, incluso, han fundado pequeñas empresas propias.
No pocos latinoamericanos y de otras nacionalidades hablaban de Manuel Zelaya, que anda como trasnochado con su sombrerón metido hasta las cejas y lloriqueando porque se le permita seguir calentando el taburete presidencial de Honduras. Ya aburre eso de Zelaya, a quien la mayoría de sus «paisas» lo quisiera ver tras las rejas o quieto, muy quietecito, disfrutando su cosecha multimillonaria, dijeron algunos de nuestros interlocutores, incluidos unos catrachos que viven en Miami…
Hubiésemos querido prolongar las «vacaciones» en bella urbe. Teníamos oportunidad como invitados de familiares y amistades, pero optamos por el tornaviaje a nuestro suelo natal, donde, dicho sea de paso, vivimos no en opulencia, pero sí con tranquilidad, sin mayores problemas, únicamente lamentando la inseguridad personal y patrimonial que sigue campeando a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Recordamos que Tere de Zarco nos dijo una vez en Prensa Libre que en Guatemala se sentía como entre la espada y la pared por los asaltantes, secuestradores y extorsionistas y que, al viajar al exterior, en cambio, respiraba de alivio porque se sentía segura de transitar por aquí y por allá, a toda hora del día y de la noche, sin temor alguno. Debemos aprender a vivir con los problemas. Y ¡quiotra, musita Juan Pueblo!