En Guatemala uno tiene que perder la capacidad de asombro, sobre todo cuando se trata de intuir los sentimientos de la opinión pública. En los días recientes, cuando fuera de toda duda ha sido evidente que en la estructura de los cuerpos de seguridad funcionan escuadrones de asesinos que hacen limpieza social, uno pensaría que parte de las preocupaciones de la población sería depurar a nuestra Policía Nacional Civil para que actúe en respeto a elementales normas que preserven la integridad y la dignidad de las personas.
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Hace algunos días señalaba que si se hiciera una encuesta para averiguar si la gente avalaba los sucesos de Pavón, aun a sabiendas de que había ocurrido alguna ejecución extrajudicial, sin duda habría una respuesta abrumadora a favor del procedimiento seguido y si alguna queja se hubiera escuchado era porque «sólo mataron a siete». Pues bien, me llamó la atención en estos días que conversando con algunos amigos sobre el delicado tema desatado por el asesinato de los diputados salvadoreños y luego la muerte de los cuatro agentes de la PNC, una de las reacciones más impresionantes fue la de aquellos que ahora están preocupados porque tras esos trágicos sucesos, los policías dejarán de seguir matando a los mareros y delincuentes.
Imagínate, me decía una de esas personas, que ahora no habrá policía dispuesto a correr el riesgo de que luego lo vayan a perseguir a él por hacer limpieza social, tomando en cuenta que los cuatro muertos en El Boquerón fueron de los más destacados en ese esfuerzo y lo que recibieron como premio fue la muerte. Parece un argumento kafkiano pero es una idea que percibo generalizada entre una población que aun hoy se pregunta si realmente será cierto que en Guatemala ha existido una política de limpieza social.
En otras palabras, el problema para alguna parte de la población no es que tengamos limpieza social y escuadrones de la muerte. El problema es que ahora, tras lo que se ha sabido, los agentes de la PNC no se sientan lo suficientemente respaldados para seguir dando muerte a los mareros y malvivientes. Y es que, me decía este amigo, si sabés que los tribunales y el Ministerio Público no sirven para nada, por lo menos alguien que se ocupe de combatir la delincuencia.
Lo que esa gente no entiende es que el asesino que empieza a operar siguiendo órdenes muy luego se da cuenta que le puede sacar enorme raja a la impunidad. Y el ciudadano honrado que aplaude la limpieza social no se da cuenta que tarde o temprano él y su círculo puede ser víctima de un lenguazo, de una denuncia con mala intención que le costará la vida sin derecho ni forma de defensa. Si un empresario de mediano calibre entra en conflicto con algún su cliente o simplemente le cae mal a alguien, bastará con que lo denuncien como parte de las redes del narco para que se lo vuelen como se volaron a los diputados salvadoreños. Y todos pensamos que a nosotros no nos puede pasar eso, pero seguramente que lo mismo pensaron muchas de las víctimas que han aparecido muertas y calcinadas como parte del trabajo sucio que hacen esos grupos criminales que actúan dentro de nuestras fuerzas del orden.
Para tranquilidad de los que temen que se vaya a terminar la limpieza social, cuestiones como esta molesta visita de Bush diluyen los temas de fondo. En pocos días volveremos a la normalidad y eso significa que se reorganizarán los escuadrones para seguir haciendo lo que saben hacer.