Bajo la atenta mirada de un anciano de 94 años, jóvenes bailarines se afanan en revivir el conflicto entre las bandas callejeras de los Sharks y los Jets: el emblemático musical «West Side Story» regresa, a 50 años de su estreno, en la versión original que lo volvió pionero.
En un estudio de Nueva York, Paul Szilard, célebre empresario del mundo de la danza y ex colaborador del coreógrafo Jerome Robbins, creador del legendario musical, supervisa la audición con la mano apoyada en su bastón.
«Esto se parece» al original, comenta, en un francés con ligero acento. «Vi tantas versiones de aficionados», suspira.
«West Side Story», que celebra su cincuentenario con una gira por Europa que incluye escalas en París, Viena y Zurich, ofrecerá la música del compositor Leonard Bernstein, con la coreografía y la puesta en escena originales que sacudieron a Broadway en septiembre de 1957.
El director Joey McKneely, ex bailarín y ayudante de Robbins, eligió un elenco joven entre París, Montreal y, por supuesto, Nueva York.
«Â¡Muestren la frustración en ese gesto!», dice a sus bailarines.
No es para menos: «West Side Story» cuenta la historia de rabia, violencia y desesperación de dos bandas rivales de un barrio en decadencia del Upper West Side, en el centro de Nueva York.
En 1957 no fue necesario recurrir a pautas tradicionales para establecer el entorno en el que nace el amor de Tony y Maria, los nuevos Romeo y Julieta. El ballet lo lograba por sí sólo, algo nunca visto hasta entonces.
«’West Side Story’ creó un nuevo estándar», explica Robert Viagas, de Playbill, la revista referencia de Broadway.
«Antes, la danza era sólo para expresar exhuberancia y mostrar bonitas bailarinas. Después de ’West Side Story’ los musicales se convirtieron en una combinación de todas las artes, sean danza, música, o actuación. Se convirtieron en algo así como un super arte», afirma el experto.
«Es necesario rendirle homenaje a Bernstein y a (el autor Arthur) Laurents y a (el escritor lírico Stephen) Sondheim, que supieron ponerse al margen y permitir que la historia fuera contada a través de la música… Era emocionante ver todo lo que la danza podía expresar sin decir una palabra», añadió.
Así, se abrieron camino los directores-coreógrafos, como Bob Fosse, y los shows como «Chorus Line».
Con «West Side Story» también por primera vez una comedia musical abordó temas más oscuros. «Si no hubiera sido por ’West Side Story’, no habría habido tantos musicales serios, escritos para adultos, como ’Chicago», apunta Viagas.
El espectáculo tuvo sus altos y bajos, con críticas divididas y una recepción difícil. Sin dudas, para popularizar a «West Side Story» fue necesaria la película de 1961.
Cincuenta años más tarde, la danza ya no domina a Broadway, eclipsado en los años 1980 por la música («El Fantasma de la Opera»), y actualmente por la comedia (desde «Hairspray» a «Avenue Q»).
«Ya no estamos más en la era del director-coreógrafo», constata Viagas.
Y las bandas de delincuentes actuales se enfrentan con fusiles de asalto y no con cuchillos.
Pero «la historia de ’West Side Story’, basada en el ’Romeo y Julieta’ (de Shakespeare), resiste el paso del tiempo (…). La historia de cómo la violencia no soluciona nada y destruye todo aún es relevante», añadió.
McKneely, el director de 2007, piensa acentuar «el aspecto muy urbano» del decorado, y quizá acelerar levemente el ritmo. Pero para él, el corazón de la obra sigue siendo atemporal.
«Nos recuerda a nuestro primer amor, es sobre el primer amor. Cincuenta años después sigue siendo relevante», asegura.