Webber, el principal aspirante


Sebastián Vettel, piloto de Red Bull, durante el circuito de Hungaroring, Budapest. FOTO LA HORA: AFP DIMITAR DILKOFF

El enfado monumental de Mark Webber en el Gran Premio del Reino Unido, cuando Christian Horner, el director de Red Bull, le arrebató el nuevo alerón delantero de su coche para dárselo a su compañero de equipo, Sebastian Vettel, actuó finalmente como un reactivo indispensable para el piloto australiano. Webber se sintió un segundón y se reveló contra una situación que consideró injusta. Ganó la carrera de Silverstone y, en la llegada, mostró hasta qué punto se sentí­a rebelde. «No está mal para un número dos», dijo por la radio. De allí­ salió con una mentalidad muy fortalecida. Y ayer, en Hungaroring, fue esa convicción en sus posibilidades la que le llevó fundamentalmente al triunfo. Ganó su sexta carrera en la fórmula 1 y la cuarta de esta temporada y, a sus 33 años, se consolidó como lí­der y principal aspirante a la corona mundial.


Nadie habrí­a apostado por Webber al comienzo, cuando se escoró hacia la izquierda para intentar evitar lo inevitable: que Alonso le superara en la salida. Partir desde la parte limpia resultó una ventaja notable de la que un piloto experto como el español supo sacar rendimiento. El doble campeón mundial (2005 y 2006) se metió entre los dos Red Bull y se consolidó en la segunda posición, de la que ya nadie pudo apartarle. Un resultado tremendamente meritorio teniendo en cuenta el distinto potencial existente entre los Ferrari y los Red Bull, que les superaban en más de un segundo por vuelta. Alonso se mantuvo firme en las últimas 30, soportando la presión a que le sometió un ansioso Vettel que, al final, concluyó tercero tras sufrir una penalización por haberse mantenido a demasiada distancia del coche de seguridad.

La carrera, sin embargo, se decidió muy pronto, en la 15ª vuelta, cuando una pieza del coche de Liuzzi apareció en la pista y forzó la entrada del safety car. En aquel momento, Vettel tení­a una ventaja sobre Alonso, segundo, de más de 10 segundos. La carrera estaba bajo su control. El alemán forzó incluso su entrada en el taller cuando vio aparecer el coche de seguridad. Y eso le permitió mantenerse delante de Alonso y Hamilton, que se retiró en la 23ª vuelta por la rotura del cambio. Pero lo que no consiguió Vettel fue seguir liderando la carrera. Viendo que deberí­a esperarse en el taller, Webber decidió saltarse aquella parada y coger el liderato.

Era una apuesta arriesgada porque con el coche de seguridad en la pista no habí­a distancias entre él y los demás, y se jugaba su carrera a una sola carta: la ventaja que le ofrecí­an los neumáticos blandos sobre los duros que habí­an instalado los otros y su capacidad para preservarlos las máximas vueltas posibles. Su acierto quedó demostrado en las siguientes, cuando Webber conseguí­a arrebatar un segundo por vuelta tanto a Vettel como a Alonso. Cuando Vettel fue avisado de que estaba siendo investigado por haberse distanciado demasiado del coche de seguridad, Webber le llevaba ya ocho segundos. Y cuando pasó por el taller y perdió la segunda posición (31ª vuelta) la distancia entre el australiano y Alonso rozaba los 17 segundos.

Llegó a ser de 23,3s justo cuando el australiano decidió entrar en el taller y colocar los neumáticos duros en la 40ª vuelta. Entonces, la sorpresa de Alonso fue mayúscula porque pudo comprobarse que, con aquellas gomas, Webber era capaz también de marcar los mejores tiempos. Fue la evidencia más clara de que la carrera habí­a concluido. Webber ganó. Pero Alonso dejó el listón altí­simo al conseguir mantener la segunda posición a pesar de la presión a que le sometió Vettel, con un coche evidentemente más rápido, durante las últimas 30 vueltas. Su persistencia obtuvo un premio. Ahora, el asturiano está solo a 20 puntos del lí­der, Webber, y a 16 de Hamilton, el segundo clasificado. Sus aspiraciones al tí­tulo crecen en progresión geométrica. Pero ahora el rival parece claro que será un australiano de 33 años que circula con el mejor coche, el Red Bull.