La avidez del mercado por los bonos del Tesoro estadounidense volvió en el otoño boreal, aunque ya se superaron los peores momentos de la crisis, y los títulos de deuda de Washington succionan nuevamente la liquidez mundial.
Sin alcanzar los récords históricos de diciembre de 2008, los precios de esas obligaciones del Estado subieron regularmente desde agosto, en plena recuperación económica, desafiando la lógica habitual.
Luego de subir hasta 3,89% en agosto, el rendimiento de la obligación a 10 años cayó el miércoles a 3,28%. Los rendimientos de los bonos a plazos muy cortes, la colocación considerada como la más segura del mundo, cayeron a pisos excepcionales, cercanos a cero.
A fines de la semana pasada, el mercado obligatorio estadounidense registró incluso rendimientos negativos (hasta -0,03% en algunas obligaciones a dos meses), por segunda vez en su historia, siendo la primera un año atrás.
Rendimiento negativo significa que los inversores compran bonos a un precio más elevado que el que obtendrían del Estado si los conservaran hasta su madurez. Japón fue el primer país que conoció el fenómeno, en 1998, al final de un período de deflación.
«La oferta no es una preocupación, los rendimientos tampoco y los famosos Casandras de los bonos se esconden en la misma isla que Elvis» Presley, bromeaba el martes Dan Greenhaus, de la casa de corretajes Miller Tabak, en alusión al lugar imaginario en el que se habría refugiado el rey del rock, según los fans que lo creen aún vivo.
En el otoño boreal de 2008, presa del pánico, el sistema financiero mundial se había lanzado a la búsqueda de la seguridad perdida y los bonos del Tesoro estadounidenses habían jugado su papel de colocación de refugio.
Actualmente, los mercados marchan mucho mejor, a juzgar por la evolución de los mercados bursátiles y el retorno de las tasas de las obligaciones de empresas a niveles más normales.
Pero los inversores siguen apreciando la seguridad, lo que se traduce en una demanda mundial floreciente y en consecuencia un precio elevado de las obligaciones que -junto a la explosión del número de títulos- infla el tamaño del mercado de manera espectacular.
Al 31 de octubre, cerca de 6,95 billones de dólares en títulos negociables circulaban en los mercados mundiales, un 21% más que un año antes. Otro mercado refugio que provoca la euforia, el del oro, jamás podrá registrar esos incrementos de volumen en tan poco tiempo.
Las transacciones mundiales diarias de bonos del Tesoro alcanzan los 600.000 millones de dólares, según la Asociación estadounidense de mercados financieros (Sifma). Y en un mundo de tasas básicas históricamente bajas, la demanda parece infinita. En noviembre, en su nivel más bajo, la demanda en cada emisión de títulos del Tesoro fue 2,26 veces superior a la oferta. En su techo, alcanzó 4,51 veces la oferta.
«Â¿Dónde pueden colocar su dinero los inversores? Brasil no puede absorber esas sumas, India o México tampoco», explica Adam Lerrick, del centro de investigaciones conservador American Enterprise Institute.
«Los únicos mercados financieros que tienen un tamaño comparable a los de Estados Unidos son los de la zona euro, pero lo que sucede es que la divisa de reserva internacional es el dólar», agregó.
Y la perspectiva de que el déficit público estadounidense se mantenga elevado en los próximos años, lo que prevé la mayoría de los economistas, no preocupa a los compradores.
«La razón por la cual el impacto de la deuda (sobre la demanda) es tan débil, es que ya está (incorporado) en los precios», considera James Kwak, coautor de uno de los blogs económicos más leídos en Estados Unidos, The Baseline Scenario.