Para enfrentar el tema del contrabando no hace falta andar planteando la intervención de la Superintendencia de Administración Tributaria ni, siquiera, la de algunas de las aduanas por donde pasa la mercadería que no paga impuestos. Es simplemente cuestión de voluntad política, de decisión y carácter para terminar con el monopolio que por lo menos durante los últimos 35 años viene ejerciendo el grupo que se adueñó de las aduanas dizque como parte de la política de seguridad en tiempos de Lucas García, cuando se vivía muy caliente el enfrentamiento armado interno.
Existen actualmente instrumentos muy efectivos de control que pueden ser eficientes si se implementan con la voluntad política de romper con la práctica inveterada de dejar pasar la mercadería sin siquiera anotar la existencia de los furgones. Pero la SAT y sus autoridades prefieren acomodarse porque saben que no pueden enfrentar el problema porque hay acuerdos de muy alto nivel que permiten que esas cosas pasen y por lo tanto la pita se puede romper por lo más delgado y es mejor hacerse baboso que andar queriendo meter la cuchara en asuntos como éste.
Desde el punto de vista legal la intervención es tan discutible que el mismo gobierno ha dispuesto consultar a la Corte de Constitucionalidad y con todo y que se sabe que ésta se ha definido para servir sin chistar a ciertos intereses, es muy difícil que pueda emitir una opinión favorable al ser consultada porque hay antecedentes y demasiados criterios legales en contra como para que la CC quede en absoluta evidencia al salir con una de esas resoluciones al gusto del cliente.
De no ser por la presión que significa la baja de los otros ingresos fiscales, nadie estaría haciendo nada frente al contrabando porque es parte de la estructura misma de operación de los poderes fácticos en el país. Es la ausencia de recursos y la caída en la recaudación lo que ha hecho que se piense que un apretón en aduanas podría significar algunos miles de millones de ingreso para el fisco y todavía así dejar un buen rescoldo para los operadores del negocio.
No hace falta descubrir el agua azucarada para conocer cómo es que en otros países funcionan las aduanas para evitar el contrabando. Bastaría mandar a un par de personas de confianza a indagar sobre esos métodos para implementarlos con un costo que es risible comparado con lo que se puede mejorar en recaudación. Pero, repetimos, el tema es de voluntad para hacer las cosas bien y eso es algo que ni siquiera la sequía del erario es capaz de producir.
Minutero:
Parece que la consigna
es reírse del reglamento;
ningún policía se digna
en hacer que se dé cumplimiento