«Nosotros no asesinamos, nosotros matamos.»
Declaraciones de Efraín Ríos Montt en la película «La Isla»
En España, la derecha se ha unido para impedir que el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, se inmiscuya en los crímenes cometidos durante la larga dictadura fascista de Francisco Franco. Ni la apreciada «primermundez» ni la democracia instalada en este país del Viejo Continente hace poco más de tres décadas, parece ser garantía suficiente para combatir la impunidad sobre las desapariciones, torturas y asesinatos de miles de personas cometidos por manos militares durante el franquismo. En total, suman 114 mil 266 las víctimas cuyos casos Garzón pretende investigar. Pero lo han parado. El juez del Tribunal Supremo, Luciano Varela, acusa a Garzón de prevaricato.
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Según Varela, haciendo eco de los argumentos de los grupos españoles de ultra derecha «Manos Limpias» y «Falange», Garzón ha cometido delito al declararse competente de investigar la responsabilidad de los crímenes cometidos durante la dictadura. Supuestamente, la Ley de Amnistía, aprobada en España en 1977, impide dilucidar estas responsabilidades como garantía de protección a los represores.
La amnistía, esa coraza que ha servido de excusa para el silencio y el olvido, fue el escudo de los aliados de la represión y de la impunidad en Chile y Argentina, cuando Garzón, apelando al derecho internacional, inició el proceso contra el golpista, dictador y represor chileno Augusto Pinochet, y en contra de varios militares argentinos de la misma cepa.
De la misma manera sucede en Guatemala cuando se intenta hablar sobre los crímenes cometidos por los aparatos de seguridad del Estado durante el conflicto armado interno. Acá, no son necesarias organizaciones con nombres rimbombantes de ultra derecha para argumentar a favor de la impunidad; acá, las cámaras de televisión, los micrófonos de radios y los espacios de opinión están puestos y a disposición de quienes dicen que importan más los muertos de ahora que los del pasado, como si el dolor del asesinato pudiera desaparecer con el transcurso de los días.
El discurso del perdón y de «liberar el corazón del pasado» se ha naturalizado de tal manera, que se reciben más críticas en contra de quienes intentan exigir justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante las tres décadas del conflicto armado interno, que en contra de quienes apelan a la impunidad y a la aplicación de la «mano dura».
Por ello, es importante el esfuerzo que se realiza desde cualquier espacio para dar a conocer que en Guatemala se secuestró, torturó y asesinó, y que estos crímenes fueron una política de Estado aplicada por los gobiernos militares de turno, a través de la Policía Nacional, el Ejército y las fuerzas paramilitares, financiada por las élites económicas y empresariales, y entrenada por los aparatos de inteligencia del gobierno de Estados Unidos.
Un aporte para la recuperación de la memoria histórica en nuestro país es «La Isla», de Uli Stelzner. En esta película el cineasta alemán nos muestra un recorrido por el contenido de los archivos de la Policía Nacional, descubiertos en el año 2005 en el edificio donde funcionó el Sexto Cuerpo a partir del gobierno de facto de Efraín Ríos Montt.
Así, frente al discurso que niega los crímenes y la necesidad de la justicia, Stelzner se atreve a mostrarnos que existen pruebas contundentes sobre la responsabilidad de las instituciones del Estado sobre estos hechos. Esos papeles, escritos por las manos de los represores, que contienen fotografías de las víctimas, fechas y mecanismos de terror, tienen la oportunidad de voltearse a favor de la construcción de la paz.
En Guatemala, a través del olvido y del silencio, intentan hacernos creer que la democracia se construye sobre la base del olvido y nos niegan la justicia; en España, Garzón, el juez que ha investigado los crímenes de los represores, puede ser suspendido de sus funciones durante veinte años por no aceptar plegarse a la impunidad… pero existen otras voces que es pertinente escuchar, como las de Stelzner, que nos recuerdan que acá hay muertos como consecuencia de la represión; muertos que importan y mucho.