Hay frases o expresiones que el tiempo borra de la memoria de los pueblos o que simplemente son sustituidas por otras que dicen lo mismo. Una de esas locuciones era aquella de: «vivir en las nubes». Esa frase era recurrente en padres de familia, profesores y hasta amigos. Los hijos vivíamos en las nubes, igual que los estudiantes al no poner atención y los que construíamos castillos en el aire. Vivir lejos era castigado con esa crítica verbal benévola.
Ahora parece rara la expresión, pero no significa que muchos todavía no vivamos «en otro planeta» (otro enunciado semejante). Experimentar la vida en otra dimensión a veces es un recurso socorrido para sobrevivir las inclemencias de la vida, el escritor puede «fingir» para crear otros mundos y el que fuma marihuana o consume drogas crea un mundo artificial a partir de esos remedios. Parece ser que hay una inclinación natural en el ser humano por evadirse y tener otro tipo de experiencias más alucinantes, novedosas y bellas.
Hay otros que «viven en las nubes» no porque así lo hayan decidido, sino por una inclinación de su espíritu hacia la nada. El vacío es su patria. Si uno les pregunta en qué piensan, ellos responden simplemente que en nada. Son hijos de la ausencia, los parió la oscuridad y las tinieblas. En ellos no es posible sino la divagación vacua. Una existencia así sólo es posible sobrevivirla como budista, yoga o monje cristiano.
Finalmente, hay otro tipo de vagos vitales, fantasiosos, escurridizos y magos. Esos que «viven en las nubes» son los que experimentan otra realidad a partir de una mente sin control. Se trata de aquellos que sueñan con un mundo mejor y están convencidos que es posible, los que piensan, para ponerlo en términos más conocidos, que los dos candidatos a la presidencia están limpios de pecado y que uno representa al bien y el otro al mal.
«Vivir en las nubes» es creer firmemente que aquí la delincuencia se va a terminar en los próximos cuatro años de gobierno. Estar chiflado y no tener idea de las cosas es también tener esperanza cierta de que el problema del tránsito en Guatemala mejorará sustancialmente (ya mero). Otra forma de demostrar imaginación desmedida es creer en los que hacen las encuestas porque ellos son técnicos y no tienen intereses ?sí, pues?.
Viven en las nubes también los convencidos en la santidad de la Iglesia, los que se fían en las prédicas del Opus Dei y los que juran que los preservativos los salvará de una enfermedad sexual. Están engañados y son campeones de la ingenuidad los que se confían ciegamente a su médico y sospechan en que la ciencia un día hará realidad el paraíso terrenal. Finalmente, viven en otro lugar los persuadidos de que es posible ser político sin vender sus principios.
«Vivir en las nubes» sólo es una muestra de que esta realidad es asquerosa y nos gusta la fantasía. Está bien, pero seamos conscientes de nuestras alucinaciones. En todo caso, para mi gusto, si hay que fantasear es mejor hacer el ejercicio pensando en alguien a quien se ama. Es rico cómo se altera el organismo y se paran los pelos (y todo sin necesidad de drogas artificiales).