Vivir con sida y no temer a la misma vida


No basta con sobrellevar los efectos negativos del sida, sino que además se debe hacerle frente a la discriminación y a la baja sustancial de la calidad de vida. De esa cuenta, puede dar su testimonio Junio (nombre ficticio), quien a sus 27 años de edad debe enfrentar los efectos de esta enfermedad.

Ana Miza
lahora@lahora.com.gt

Miles de personas sufren distintas clases de discriminación, pero para las que la sufren por tener el sí­ndrome de inmunodeficiencia adquirida, más conocido como sida, podrí­a ser más lamentable, pues la persona enferma debe sufrir los peores rechazos.

La discriminación por tener sida es una realidad palpable en el paí­s, pese a que rechazar a una de estas personas, ya sea en el ámbito laboral, social u otro, ya está penalizado por la ley.

«Me afectó el hecho de haber recibido la noticia de que yo tení­a el virus; además, la discriminación, el daño psicológico, económico y todo lo que vino después, es un infierno terrenal», menciona Junior.

í‰l laboraba como gerente de un restaurante de comida rápida; el anuncio de que tení­a sida, sólo fue el inicio de una larga pesadilla. A raí­z de su enfermedad, fue despedido, hecho que Junio argumenta con toda claridad, pese a que en la empresa donde laboraba le habí­an indicado que era por un recorte de personal; pero Junior sabe que mintieron, pues no hubo tal recorte: sólo a él lo despidieron.

Al inicio, en la empresa se habí­an comportado con mucha normalidad; incluso le habí­an asegurado que lo apoyaban en todo lo que podrí­a necesitar para su enfermedad, y que si necesita descansar, lo podí­a hacer; «me dijeron que no me preocupara, pero fue todo lo contrario».

Sin embargo, Junior asegura que ha logrado llevar la enfermedad con dignidad. «Ahora veo la vida de otra manera, tengo vida, sueños y metas que alcanzar».

DISCRIMINACIí“N LABORAL

Junior asegura que cuando le comentó a su jefe inmediato sobre su diagnóstico, nunca le dijo la verdad sobre su enfermedad, y aunque ya se tení­an rumores dentro de la empresa, por el temor al rechazo, nunca confesó sobre su condición.

Debido a la enfermedad, Junior no ha trabajado desde el 2004 después que le detectaron el virus.

Junior asegura que este tipo de actitudes le afectaron mucho. «Lo miran a uno como que fuera un animalito raro, quieren que uno se aí­sle totalmente, que ya no forme parte de la sociedad, ni siquiera trabajo quieren darle a uno», explicó.

En lo económico es una situación difí­cil, dice, porque el poder ayudar a mi familia es algo que yo lo hací­a con anterioridad y ahora no tengo esa oportunidad».

Y a pesar de haber sufrido discriminación por ser portador del virus, ahora esto es un motivo para enseñarle a la gente que por mirar, hablar, sonreí­r, abrazar o tomar de la mano a una persona que padece la enfermedad no se contagiarán.

«Yo busco la manera de incorporarme y seguir adelante, trato de hablar de lo que es el VIH, sobre todo con los niños, jóvenes y adultos orientando de una mejor manera; ahora soy voluntario en la lucha contra la enfermedad», concluyó.

ATENCIí“N Mí‰DICA

Una de las instituciones del paí­s que atienden a la mayorí­a de casos de personas con el VIH/SIDA, es el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).

Carlos Amí­lcar Gómez, director del programa de írea de Epidemiologí­a, comenta que los casos de sida en Guatemala empezaron a registrarse desde 1984; desde entonces, se han registrado más de dos mil 500 casos.

Gómez agrega que sólo en el 2006 el IGSS brindó tratamiento a unas mil 700 personas, y a por lo menos unas 365 personas se han conocido como casos nuevos detectados, en donde alrededor de unas 445, entre hombres y mujeres, mientras que 112 son niños.

En lo que va del 2007 se han aumentado los casos de VIH/SIDA, en donde se registran alrededor de 344 entre hombres y mujeres, mientras que los casos en la población infantil son 75.

Actualmente el IGSS invierte 35 millones de quetzales en los tratamientos para las personas con VIH/SIDA, siendo este un aproximado de entre 3 mil a 5 mil quetzales por paciente, además los gastos de otros medicamentos que estos necesiten, finalizó Gómez.

Testimonio

Yo no tení­a contacto con la comida, ni platos; sólo los trasladaba de un lado a otro; además, por eso no se transmite la enfermedad. Nunca imaginé que yo podrí­a tener esta enfermedad, el diagnóstico se dio después de una infección intestinal que afectó mi salud, que después de pesar alrededor de 186 libras pasé a tener 93 libras, y fue ahí­ donde empezó un proceso difí­cil para mi vida.

Como seres humanos que somos, es muy difí­cil aceptar que a uno le está pasando esto, en donde no es que solo soy yo, sino que también sufre la familia.

Los médicos me daban alrededor de cuatro meses de vida, por lo avanzado que yo tení­a el virus dentro de mi cuerpo, en donde mi experiencia más triste y dura fue en un laboratorio que me mandaron hacerme la prueba y que estos no tuvieran el más mí­nimo sentido humano para darme la noticia.

Sin embargo, yo no conforme con la noticia, porque realmente no lo podí­a creer, fui a hacerme el examen nuevamente en el San Juan de Dios, de donde agradezco a los doctores y enfermeras que me atendieron porque me dieron muchos ánimos de luchar y seguir con mi vida.

Datos:

De diciembre de 2005 se registraron oficialmente nueve mil 172 casos de sida, de los cuales, han muerto mil 10. Se estima que 80 mil personas viven con el VIH desde el inicio de esta epidemia en Guatemala.

Actualmente en Guatemala existe una magnitud e impacto de esta epidemia en el paí­s con 12,699,780 habitantes.

Adultos/Jóvenes con VIH/Sida (15 A 49 Aí‘OS)

87,034 para este año y 147,051 para 2010.

Niños con VIH/Sida

2,785 para este año y 4,663 para 2010.

Muerte de adultos por sida

4,715 para este año y 8,104 para 2010.

Muerte de niños por sida

629 para este año y 1,035 para 2010.

«Las primeras palabras que vienen a la mente es ’me voy a morir’, y cuando yo miraba un ataúd, me observaba dentro de él, y el sólo hecho de que amigos y familiares se me acercaran, yo lo asimilaba como un despido, porque yo estaba realmente convencido de no tener esperanza»

Junior*