Durante la llamada Semana Santa vino a visitar Guatemala un grupo de amigos españoles y les di un tour particularmente por mi tierra la Antigua y sus encantadoras aldeas y los municipios aledaños. El viaje empezó mal. Delante de Sumpango encontramos un accidente grotesco con niños y pasajeros de dos transportes extraurbanos muertos y/o heridos. Nadie dijo nada y los comentarios se quedaron en los sembradíos de verduras.
Seguimos para Tecpán, fascinante aunque sobrecomercializado por negocios de todo tipo. Había retenes de vigilancia, pero en uno de ellos pretendieron “cobrarme” mordida, cosa por la cual hace como 30 años, en los tiempos duros, me fui al bote por no querer pagarla y me alojaron en la muy recordada ‘Judicial’ (bartolinas hediondas) en los sótanos del primer cuerpo de la Policía. Pero no pagué y me llevaron al juzgado, y el juez, un benevolente juez de apellido Acuña, me soltó tras pagar una “multa” de Q50.00, pues ya conocía de estas movidas por parte de los agentes de la autoridá (no autoridad).
Tuvimos un viaje azaroso, con motoristas atropellados y casi, casi presenciamos el asalto a un bus extraurbano. Vimos a los pasajeros abajo del bus y unos cinco o seis hombres armados y encapuchados (cerca de Cuatro Caminos), que los despojaban de sus pertenencias. Yo, como consuetudinario idiota, medio frené y uno me dijo “andate hijo de p… o te quebramos”. Ante tan amable invitación salí huyendo, pues lamentablemente, aunque un estimado lector me dijo que ya me iba a morir hace unos meses, aún no quería hacerlo.
A todo esto, comentábamos la jodida situación económica en Europa, el desempleo y otras cositas de por allá y comentamos, la violencia, la corrupción, el cinismo político, la impunidad, el hueveo descarado de por aquí y nuestros personajes folclóricos: “las maras”, que ya sustituyeron a otros, así como nuestros índices desgraciados de miseria social y humana.
Si no fuera por nuestro exquisito paisaje, parecería que íbamos vagando por una novela de Juan Rulfo, y para colmo de males no me agrada manejar y lo hago por necesidad, así que no iba muy cómodo. Los españoles quedaron muy complacidos con las procesiones, en cambio yo quedé más aburrido que antes, máxime, para alegría de los que me aprecian, cada día me cuesta más caminar y el bastón se ha vuelto imprescindible,
Sololá y el lago fueron de lo más agradable aunque el punto feo fueron los mochileros drogadictos y borrachos al igual que nuestros paisanos y las inmundicias que en algunos lugares sorteábamos. Al contrario, en Xela encontramos desorden, basura, gritos y tiros al filo de la noche que pensé perforarían su hermosa luna. Hacía frío agradable y nos “recomendaron” que no saliéramos después de las 22 horas por la abundancia de seguridad.
Dentro de la plática dije casi textual, lástima Guatemala, tan linda, únicamente manchada por la mayoría de su gente. En casi todos hubo señal de asentimiento.
Hablamos de un tema interesante. Si a los que viajábamos nos gustaría vivir en nuestro país o buscaríamos otro. En lo personal manifesté algo que fue mi deseo desde que conocí los libros de Nikos Kazantzakis, autor de tres obras maestras “Zorba el Griego”; “Cristo Nuevamente Crucificado” y “San Francisco de Asís”. Y recordando a mi inolvidable Kazantzakis, les dije “yo viviría en una isla griega entre más lejos y pequeña mejor, como Zorba”.
Otro de mis amigos dijo “¡joder!, yo preferiría irme a esa revolución de maravillosa mierda de Macondo para hacer locuras”…. ¿Y a usted dónde le gustaría vivir? No me conteste.