“Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.” Platón.
El 30 de junio se conmemoró en las instalaciones de la antigua brigada “Mariscal Zavala”, la revolución de 1871 y con ello el Día del Ejército.
Impresionante fue la cantidad de personas que acudió a esta conmemoración, había diplomáticos, agregados militares, medio centenar de periodistas, funcionarios de gobierno, el presidente Pérez Molina, familiares y amigos de los elementos del Ejército.
Hasta hace unos años el desfile militar recorría calles y avenidas de la capital y era presenciado por miles de guatemaltecos, quienes brindaban su respaldo a los hombres y mujeres en uniforme. Hoy, los militares tienen que conmemorar su aniversario, encerrados en uno de sus cuarteles, privando a la población de ese espectáculo, porque en Guatemala, siguen viviendo personas que no se han dado cuenta que en el siglo pasado se firmó la Paz y que ya avanzamos 14 años del nuevo siglo, e intentan mantener abiertas heridas del conflicto armado, pero que evidentemente son incapaces de aportar una idea y menos una acción real para mejorar la educación o la salud del guatemalteco.
Estos grupos que “marchan por calles y avenidas de la capital para exigir castigo a quienes acusan de violar durante el conflicto armado, los derechos humanos”. Manifiestan desde hace 7 años, justo el 30 de junio, sin que les tiren cáscaras de banano o les insulten.
Con el apoyo del Congreso del 2010, presidido por Roberto Alejos, se creó la Ley de promoción para el turismo interno que pretendió modificar los días de asueto para que se gocen en puente los fines de semana, sin embargo, dicha normativa únicamente incluye el 30 de junio, Día del Ejército. Una ley que fue repudiada por llevar “nombre y apellido” Y nos preguntamos. ¿Por qué quitarle al guatemalteco el derecho a participar en una conmemoración del Día del Ejército? como sucede ahora, solo porque los herederos de la guerra creen que son los dueños de la paz, buscando permanentemente sangrar de nuevo las heridas que a todos los guatemaltecos nos dejó la guerra, iniciada por falsos profetas, que sin embargo, ahora viven de seguir alimentando el conflicto, recibiendo enormes sumas de dinero extranjero.
En una guerra hay abusos y violaciones a los Derechos Humanos, de los dos bandos, pero nadie ha llevado a los tribunales, o manifestado en la calle, por la tortura al teniente Joachin a quien aún vivo, en una acción de suma crueldad le tallaron a cuchillo, en la espalda, las siglas EGP, que identifican al Ejército Guerrillero de los Pobres, ni tampoco para exigir que el EGP aclare las ejecuciones extrajudiciales de cinco de sus militantes que fueron asesinadas en Nicaragua en 1982 y enterradas en la clandestinidad, según el testimonio de sus madres, familiares y de exmiembros de la Dirección Nacional de esa organización político militar, entre otras.
Para encontrar la paz es necesario el respeto. Devolver el desfile militar a la población, que solicita no la guerrilla, sino los cuarteles en sus comunidades, es un principio.