Cuando se proporcionan datos estadísticos sobre la pobreza, regularmente se enfoca la problemática con una visión estática. La pobreza en muchas familias no es permanente durante toda su vida, porque cambian su condición a lo largo del tiempo. Lo crítico en Guatemala, es que las políticas económicas, de tendencia neoliberal, implementadas en los últimos 25 años, no han provocado movilidad social ascendente, sino una clase trabajadora formal en reducción y una informalidad creciente.
Las personas no pobres, que viven al filo de la pobreza, son aquellas cuyo ingreso es igual o menor a su consumo mensual, no pueden ahorrar, y regularmente se endeudan, viven con un poco más de dos dólares diarios, tienen trabajos precarios e inestables, no poseen capacitación laboral, son familias numerosas y regularmente la tasa de dependencia laboral es alta, o sea dos adultos deben mantener tres, cuatro o más hijos en edad no productiva y una persona de la tercera edad. Si trabajan en la economía informal, son asalariados de una microempresa, o trabajadores por cuenta propia con baja productividad, si lo hacen en la economía formal ganan a lo máximo el salario mínimo. Cualquier coincidencia con usted o algún conocido es casualidad. En otras palabras, ser trabajador no calificado, (formal o informal) en Guatemala, casi equivale a ser pobre. Cuando un adulto generador de ingreso se enferma o sufre un accidente, los miembros de esta familia se pauperizan rápidamente. En el caso de los extremadamente pobres es dramático porque su nivel de pobreza se agudiza.
Si se diera el caso, que la producción nacional de Guatemala, medida por el PIB, creciera sostenidamente, diez por ciento anual durante veinte años, esto sería suficiente para sacar a cientos de miles de personas de la pobreza, especialmente a aquellos que se encuentran al filo de la misma o próximos a ello, véase lo sucedido en China, pero ¿qué pasa con aquellos que se encuentran en un nivel de extrema pobreza aguda? Como dicen algunos economistas, la marea nunca será tan alta para que eleve a todos los botes. Estos individuos se encuentran en la trampa de la pobreza, por si solos no serán capaces de superar su situación, no cuentan con los conocimientos, ni el capital ni los recursos financieros adecuados y necesarios. Han sido excluidos, económica, social y políticamente. En muchos casos no forman parte del mercado, por lo tanto no podrán beneficiarse de éste. Principalmente hacia ellos deben ir dirigidas las políticas sociales, la experiencia ha demostrado en varios países, a lo largo de la historia, que el goteo de la riqueza, nunca les llegará, no digamos en Guatemala donde existe una estructura de mercado muy alejada de la competencia perfecta, alta desigualdad económica, una política social exigua y bienes públicos escasos y de muy mala calidad.