Viudo de Benazir Bhutto será candidato presidencial


Un lechero conduce su bicicleta frente a un letrero proselitista que anuncia la campaña de Asif Ali Zardari (I), como candidato presidencial, en compañí­a de su esposa muerta Benazir Bhutto (C) y su suegro Zulfikar Ali Bhutto, ambos fallecidos y figuras de mucho respeto en Pakistán.

Asif Ali Zardari, viudo de turbia reputación de la ex primera ministra Benazir Bhutto, será muy probablemente elegido presidente de Pakistán el sábado por una mayorí­a parlamentaria fragilizada, en un paí­s asolado por los ataques de los islamistas cercanos a Al Qaeda.


Zardari sucederá a Pervez Musharraf, forzado a dimitir el 18 de agosto por una coalición de partidos opositores que vencieron en las legislativas del pasado mes de febrero.

El viudo de Bhutto era un desconocido fuera de su paí­s antes del asesinato de su esposa, en un ataque suicida en plena campaña electoral el pasado 27 de diciembre.

Y en su propio paí­s, antes de que tomara las riendas del Partido del Pueblo Paquistaní­ (PPP) pocos dí­as después del magnicidio, Zardari encarnaba el sí­mbolo de la corrupción del poder en los años 1990.

La ascensión a la presidencia del que los paquistaní­es conocen como «Mister 10%» (en referencia a las comisiones que le acusaban de cobrar antes de beneficiarse de una amnistí­a a finales de 2007) no deberí­a cambiar nada en el paisaje polí­tico a corto plazo: Zardari dirige de hecho el paí­s desde marzo, como lí­der del primer partido de la coalición gubernamental.

Su elección como presidente no deberí­a ayudar pues, al menos por el momento, a la República Islámica de Pakistán, única potencia militar nuclear del mundo musulmán, a salir del caos (polí­tico, económico y, sobre todo, militar) en la que está inmersa desde hace más de un año.

Aliado clave de Estados Unidos en su «guerra contra el terrorismo» desde septiembre de 2001, este paí­s de 160 millones de habitantes está azotado por una ola sin precedentes de atentados suicidas que en el último año ha causado cerca de 1.200 muertos.

El miércoles, a tres dí­as de la elección, el primer ministro Yusuf Raza Gilani escapó a un atentado cuando dos disparos alcanzaron su vehí­culo en un suburbio de Islamabad. Funcionarios dijeron que Gilani no se encontraba en el automóvil.

El ejército combate desde 2002 contra las milicias islamistas ligadas a la red Al Qaida de Osama bin Laden y contra los talibanes afganos que, según Washington, han reconstituido sus fuerzas en las zonas tribales del noroeste, en la frontera con Afganistán.

Washington, que financia gran parte de esta guerra de Pakistán contra el terrorismo, dio recientemente un golpe sobre la mesa y aparentemente «abandonó» a su protegido Musharraf, al considerar que el ejército no habí­a realizado lo suficiente por eliminar la amenaza islamista.

Pero Estados Unidos confí­a muy poco en Zardari, según los politólogos y editorialistas paquistaní­es.

La multiplicación de contactos recientes entre los principales jefes del ejército paquistaní­ con altos responsables de la administración estadounidense, da que pensar que el nuevo presidente estará bajo una «estrecha vigilancia».

El todopoderoso ejército ha dirigido directamente Pakistán más de la mitad de los 61 años de existencia del paí­s por la ví­a de generales golpistas, e indirectamente el resto del tiempo, apoyando a gobiernos civiles.

Los politólogos, por otra parte, consideran que los dí­as de la actual coalición gubernamental están contados, después de que ex primer ministro Nawaz Sharif, gran rival de Bhutto en los años 1990, se uniera a la oposición el pasado 25 de agosto.

Para gobernar, el PPP está a merced de la decisión de tres o cuatro pequeños partidos con intereses muy divergentes, de laicos progresistas a fundamentalistas musulmanes, pasando por los nacionalistas de las tribus pastunes del noroeste.

Los márgenes de maniobra de Zardari son extremadamente reducidos y corre el riesgo de quedar atrapado entre dos fuegos: entre Washington por un lado, que se impacienta multiplicando los ataques aéreos en las zonas tribales y amenaza con una operación terrestre, y la población paquistaní­ que sufre atentados suicidas casi a diario y se empobrece con una inflación récord, lo que aumenta el antiamericanismo.

En la votación del sábado participarán los miembros de las dos cámaras del Parlamento y de las cuatro asambleas provinciales.

Los otros dos candidatos declarados, el magistrado Saeed-uz-Zaman Siddiqui, apoyado por el partido de Sharif, y Mushahid Hussain, cercano a Musharraf, no deberí­an obtener más que algunos votos.