Benedicto XVI visitará la próxima semana Antakia, la antigua Antioquía, donde nació la Iglesia cristiana antes de dispersarse por Anatolia.
La comunidad cristiana turca, dividida en diversos ritos -ortodoxo, siríaco, jacobita, armenio gregoriano o católico- no supera hoy en día las 200 mil personas, repartidas en una región donde en los tiempos del cristianismo vivieron importantes comunidades.
«La casa de Dios es la misma para todos. Todos nosotros veneramos a un Dios único», murmura Saban, un septuagenario musulmán acompañado por su esposa Cemile, en la iglesia de San Pedro de Antakia (sur), vestigio de los primeros tiempos del cristianismo.
La ciudad es un modelo de tolerancia entre la abrumadora comunidad musulmana y la minoría cristiana, estimada en unas 1.300 personas.
Achaparrado, con fino bigote y gafas, este hombre, que camina con ayuda de un bastón, vive en la gran ciudad de Adana, a 190 km de Antakia, pero no dudó ni un momento en rezar a Alá en este lugar, declarado centro de peregrinación católico por Pablo VI en 1963.
Su esposa se puso una pañoleta en señal de respeto, como exige la tradición musulmana para entrar en una mezquita.
El matrimonio admira la sencillez de esta cueva, decorada únicamente por un altar de piedra blanca coronado por una hornacina con la estatua de San Pablo que, según los responsables del lugar, transformado en museo, fue colocada a principios de los años 30.
Ocasionalmente, en esta iglesia tallada en la roca, los monjes capuchinos ofician misa los días festivos.
A pesar de las persecuciones, los apóstoles San Pablo y San Pedro formaron en este enclave la primera comunidad cristiana. Según varias fuentes, fue allí donde los discípulos de Jesús recibieron por primera vez el nombre de «cristianos».
La gruta, de 9,5 metros de largo, 13 de ancho y 7 de alto, tenía un pasadizo secreto al fondo por el cual los cristianos podían huir en caso de peligro.
Otros vestigios de esta ciudad de 200 mil habitantes, situada en un cruce de caminos que llevaban a Anatolia, Mesopotamia y Palestina, se extinguieron prácticamente con el paso del tiempo y las invasiones sucesivas.
«La Iglesia cristiana nació en Antakia. Fue la primera etapa de los cristianos que huían de las persecuciones», explicó monseñor Louis Pelí¢tre, vicario apostólico de Estambul.
«Los primeros cristianos tuvieron muchas dificultades para instalarse en Judea y Samaria. Su primer refugio fue Antioquía, donde se encontraron Pedro y Pablo. Luego emigraron a Anatolia, Efeso», en el oeste de Turquía, donde, según la tradición católica, vivió la Virgen María, agregó.
Este lugar figura en el programa de visitas previsto para el viaje de Benedicto XVI del 28 de noviembre al 1 de diciembre.
«Cristo nació en Galilea, pero muy pronto el bebé fue depositado en la cuna de Asia Menor», explicó el vicario.
A lo largo de los siglos, las tierras fértiles de Anatolia acogieron a cristianos que huían de las persecuciones de los romanos.
La Capadocia, en el centro de Turquía, fue uno de esos lugares. Se convirtió en un hogar para el cristianismo. Ya en el siglo VIII, los monjes excavaron las rocas para edificar monasterios e iglesias, dando vida a verdaderas ciudades subterráneas.
La Casa de María que Benedicto XVI visitará la próxima semana durante su viaje a Turquía es uno de los principales centros de peregrinación del país, a pesar de la ausencia de garantías sobre su autenticidad.
El descubrimiento en Efeso, en el oeste de Turquía, de la casa en la que, según el credo católico romano, vivió y murió la madre de Cristo antes de su asunción a los cielos es, cuanto menos, poco fiable.
La tradición bizantina sostiene que la Virgen murió en Jerusalén.
Partiendo de indicaciones detalladas de una vidente alemana, Anne Catherine Emmerich, beatificada posteriormente por la Iglesia católica, un sacerdote francés, el abad Gouyet, emprendió en 1881 la búsqueda de las ruinas de la morada sobre las colinas aledañas a Efeso.
Las campañas arqueológicas sucesivas permitieron desenterrar los vestigios, autentificados en 1892 por el arzobispo católico de la actual Izmir, que engloba Efeso y sus alrededores.
Luego, cuando ya era propiedad de una religiosa católica, el lugar, embellecido y con techumbre, acogió en 1896 a más de 1.300 peregrinos que ascendieron por caminos de cabras hasta la Casa de María.
Desde esa fecha, el entusiasmo ha ido in crescendo. Decenas de miles de personas, cristianas pero también musulmanas, visitan cada año la casa de piedra, entre cuyos visitantes ilustres destacan los papas Pablo VI y Juan Pablo II, en 1967 y 1979, respectivamente.
Este reconocimiento pontificio no ha acallado la controversia.
El vicario apostólico de Estambul, monseñor Louis Pelí¢tre, aseguró que «la presencia de la Virgen en Efeso es muy probable, puesto que la de (el apóstol) Juan es incuestionable y, según la tradición cristiana, María no se separó nunca de Juan».
«Además, el Concilio de Efeso en el año 431 tuvo lugar en una iglesia dedicada a María, un hecho totalmente excepcional ya que en aquella época no había ningún otro templo dedicado a ella y lo usual era no dedicar iglesias a no ser que estuviesen cerca de la tumba de la persona», añadió.
El sacerdote Giuseppe Giorgis, de la catedral del Espíritu Santo de Estambul, prefiere ser prudente en las afirmaciones.
«Yo no creo que la Virgen estuviera en Efeso. Sin duda, estaba allí espiritualmente, ya que estaba en el corazón de Juan, y es en este sentido en el que hallo justificación a la peregrinación, pero por lo demás estoy seguro de que no salió de Jerusalén», declaró.
Los medios de comunicación turcos, convencidos del carácter sagrado del lugar, proclamaron un milagro cuando las llamas del violento incendio que en agosto pasado quemaron 350 hectáreas de pinares en la región se detuvieron a cinco metros de la Casa de María.