Visiones de Conquista


El Lienzo de Quauhquechollan, pintado en tela de algodón, está considerado como el primer mapa de Guatemala. En 1520, la comunidad nahua de Quauhquechollan (hoy San Martí­n Huaquechula, Puebla, México), estableció una alianza con los españoles, con el fin de mejorar su situación sociopolí­tica y defenderse de la opresión azteca. Los quauquecholtecas pintaron el Lienzo para registrar el papel que desempeñaron en la conquista de Guatemala y confirmar su posición privilegiada que ocuparí­an en el nuevo sistema polí­tico, en calidad de co-conquistadores.

Casi cualquier libro de historia de educación primaria puede confirmar lo siguiente: la Conquista de Guatemala tiene una gran serie de desviaciones en cuanto a la verdad.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Usualmente, la visión que tenemos de la Conquista viene dada por los testimonios escritos que nos ofrecen las fuentes criollas, que han hecho ver a los españoles como los

Guatemala ha tenido una larguí­sima tradición que funcionar con base en criterios a sus gobernantes. Por tal razón, hemos ido adaptando los criterios, de todos los ámbitos, según los intereses que se busca impulsar.

En primer lugar, habrí­a que evaluar las restricciones que se han impuesto a la Historia que han provocado que, hoy dí­a, aún quede mucho por descubrir de nuestras raí­ces.

Se dice, de esa cuenta, y comúnmente, que nuestros problemas estructurales, económicos, polí­ticos y sociales, son los mismos heredados desde la Conquista y la í‰poca Colonial. Pero, ¿conocemos, realmente, lo que ocurrió en esos instantes? Conozcamos, pues, algunas visiones que hemos tenido de nosotros mismos.

La visión del criollo

No es nuevo reconocer que nuestra historia y, en fin, nuestra estructura en general, ha sido formado desde un punto de vista criollo, tal como lo fundamentara la aún sólida hipótesis de Severo Martí­nez Pelaez.

Su libro «La patria del criollo» es un estudio de la visión criollista en nuestra sociedad. Para ello, quiso basarse en la «Recordación florida» de Fuentes y Guzmán. Digo «quiso basarse», ya que su estudio evolucionó más allá de un simple análisis de esa obra colonial, y se extendió mucho más allá.

Es cierto. Aunque existen diversos documentos que pueden reflejar otro punto de vista en la Historia, comúnmente sólo se le ha otorgado valor a los textos criollos, ya que se ha considerado que éstos poseen la verdad; PRIMER ERROR.

Los textos escritos por criollos son, en verdad, los más «occidentales», ya que, en primer lugar, son escritos y se han conformado como las «verdaderas fuentes».

Sin embargo, cabe decir que, desde una óptica posmoderna, no sólo estos textos criollos tienen validez, ya que manuscritos, inscripciones en escalinatas, murales o textos escritos en lenguas indí­genas, también tienen su peso.

En otras palabras, Fuentes y Guzmán dejó la enseñanza que nuestro sistema se ha basado en una visión criolla.

Pese a ello, han sido otros quienes han contribuido a revisar ese sistema de valores y han puesto en tela de duda la historia en general.

Errores comunes

Como se mencionó, el tomar en cuenta sólo los textos criollos. Por otra parte, a lo largo de la historia se han dado una serie de «malentendidos», debido a esta visión criollista.

No es que esté mal, lo que ocurre que, como en el periodismo, tener sólo una versión de los eventos ofrece sólo una parte de la verdad.

A continuación, una serie de errores: Guatemala significa tierra de muchos árboles;

España «conquistó» Guatemala; Pedro de Alvarado «conquistó» Guatemala en 1524; los kaqchikeles fueron traidores porque se unieron contra los k»iche»s; los k»iches»s tení­an sometidos a los pueblos de Guatemala y por eso todos se unieron en contra de ellos; Tecún Umán fue un «prí­ncipe» k»iche», que fundió en una misma figura, cual centauro, a Pedro de Alvarado y al caballo, y acertando un fuerte golpe al caballo, no logró matar al «conquistador», quien aprovechó para matarlo; el nahual de Tecún Umán cayó cuando murió.

Es probable que sea difí­cil comprender los errores en las anteriores afirmaciones y que se necesite, tal vez, un libro para cada una de ellas.

En primer lugar, como se sabe, Pedro de Alvarado no pudo haber vencido él solo a todos los pueblos de Guatemala.

Por cierto, el concepto de Guatemala no tení­a, durante la Conquista, la misma validez de hoy dí­a. En esa época, por ejemplo, no habí­a concepto de naciones.

El concepto de «conquista» también deberí­a ser dudoso, ya que el mandato real de la Corona española se determinaba más bien con el afán de explorar tierras y nombrarlas en favor de los Reyes. El término de propiedad privada es, más bien, un concepto liberal que probablemente fue un criterio para los historiadores de siglos posteriores a la Conquista.

Al parecer, el dominio de Mesoamérica no tení­a un solo nombre. No todos los pueblos que habitan en el actual México eran aztecas, y no todos los pueblos en la actual Guatemala estaban en el dominio k»iche».

Por ello, se debe pensar que habí­a pugnas internas, pueblos en constante guerra y deseos de expansión. Por eso, cuando algunos pueblos ven a los españoles con buena tecnologí­a bélica, deciden proponer un trato equitativo, en donde ofrecí­an un fuerte número de guerreros y, unidos a sus armas, podrí­an vencer a los pueblos hegemónicos.

Que los guerreros españoles no hayan reconocido, después, el aporte indí­gena en estas luchas, es otra cuestión.

Es mentira, por eso, tratar como «traidores» a estos pueblos. El concepto de «traición» se forma a través de una identidad nacional. Se traiciona a la patria; sin embargo, como ya se mencionó, no habí­a naciones. Los tlaxcaltecas, en México, y los kaqchikeles, en Guatemala, han sido catalogados como los traidores, pero ¿contra quién? En ese entonces, no habí­a patria.

Uno de los problemas que refuerzan esta visión, es que la mayorí­a de manuscritos que han sobrevivido es de ascendencia k»iche», por lo que, lógicamente, quisieron establecer su visión hegemónica en la meseta central de la actual Guatemala.

Sin embargo, hay fuertes indicios de que el poderí­o kaqchikel estaba en pleno crecimiento ante un proceso de debilitamiento k»iche». Anteriormente, el pueblo mam habí­a poseí­do un poderí­o mayor, pero que habí­a dado paso a una mayor expansión k»iche». Entre estos tres pueblos habí­a constantes pujas de poder, y que en el momento de la Conquista los encontró en esa guerra.

Tekum

Sin duda, uno de los puntos de mayor conflicto de nuestra historia es la existencia o no del llamado Tecún Umán, quien, tras largos estudios, se ha logrado demostrar que su verdadero nombre debe escribirse como Tekum, según el alfabeto indí­gena, y que la extensión del nombre es «Umam», pero que no forma parte de su nombre, sino que denota su linaje.

En los últimos años, varias personas han manifestado que no existen pruebas de la veracidad de Tecún Umán, quien es considerado como el héroe nacional de Guatemala. La leyenda cuenta Tecum que lideró a las fuerzas k»iche»s para detener el avance de los conquistadores que vení­an fortalecidos con guerreros tlaxcaltecas del actual México. En la batalla del rí­o Xequijel, en Quetzaltenango, Tecum se enfrentó a Pedro de Alvarado; y guerrero indí­gena hirió al caballo y antes de poder arremeter contra el jinete, el español lo atravesó con su lanza.

Debido a que el rí­o se tiñó de sangre, el rí­o fue bautizado así­, y debido a las plumas de quetzal que Tecum portaba, se denominó Quetzaltenango al lugar. Todo ello es referido en «Tí­tulos de la casa Izquí­n-Nehaib, señora del territorio del Otzoyá», crónica indí­gena publicada por primera vez por Adrián Recinos, junto con otras recopiladas bajo el tí­tulo de «Crónicas indí­genas de Guatemala», y en el «Tí­tulo K»oyoi», publicado por Robert Carmack. Ambas crónicas fueron escritas originalmente en k»iche» en el siglo XVI.

La constancia de la batalla entre españoles y k»iche»s fue consignada por Pedro de Alvarado en sus «Cartas de relación», aunque en ellas no evoca el nombre de Tecum.

íšltimamente, se ha dado la versión de que la historia de Tecum Umam no es más que una leyenda, y que el personaje fue extraí­do de la versión romantizada de las danzas que los frailes utilizaron para evangelizar a los indí­genas.

La versión más seria de esta hipótesis es la publicada por Guillermo Paz Cárcamo en su libro «La Máscara de Tekum», quien considera que los frailes utilizaron el Baile de la Conquista para evangelizar a los indí­genas, y que de ahí­ se extraerí­a la leyenda del prí­ncipe k»iche» que se impregnarí­a en las crónicas indí­genas antes mencionadas.

Se establece, por muchas evidencias, que el nombre de Tecum Umam no aparece en fuentes fidedignas, y que en las que está establecido, como en la «Recordación florida» de Fuentes y Guzmán, o textos de José Milla, ya tienen la figura hecha leyenda, por lo que carecen de valor histórico.

Asimismo, en las enumeraciones de las casas reales indí­genas, no se menciona a un Tecum, nombre que, a su vez, tampoco tiene raí­z en las lenguas mayas, sino que procede del náhuatl.

Investigaciones recientes aseguran que es apresurado declarar la falta de existencia de Tecum sólo por la falta de pruebas. Habitualmente, la repetición de la leyenda en otras fuentes, refiere que la historia es muy fuerte como para haber sido simplemente inventada. Además, antropólogos estarán de acuerdo en que es difí­cil que una leyenda que carece de por lo menos algunos ví­nculos con la realidad, logre penetrar tanto en el inconsciente colectivo de un pueblo.

Según el investigador holandés Ruud van Akkeren, quien publicó «La visión indí­gena de la Conquista», Tecum sí­ existió, sólo que la comprobación de su veracidad no es tan simple.

En primer lugar, considera que las crónicas indí­genas que refieren la historia de Tecum fueron escritos antes de que los frailes lograran crear el Baile de la Conquista. Al principio, las danzas evangelizadoras se referí­an a otros contenidos, más bien religiosos, y no de carácter histórico. Para Van Akkeren, es más probable que los frailes hayan extraí­do de las crónicas indí­genas la historia de Tecum y del resto de las batallas, para crear la danza.

En una larga revisión que hace Akkeren, considera que la batalla en Xequijel sí­ tiene fundamento histórico, y de ello no hay confusión. Asimismo, se acepta que un prí­ncipe k»iche» lideró los ejércitos. Algunos creen que éste lí­der no era Tecum Umam, sino más bien otro.

Akkeren revisa la genealogí­a de las casas k»iche» de esa época y, según los modos jerárquicos, logra establecer el nombre de quien tení­a que asumir el liderazgo de los ejércitos. Para el investigador holandés, el nombre es Tecum, simplemente. El acompañante de «umam» es el tí­tulo que se le conferí­a, el cual referí­a que era el Capitán Mayor del Ajpop.

Habitualmente, se conoce al personaje como Tecún, pero por las investigaciones, incluso las que intentan establecer su inexistencia, refieren su nombre con el variante de Tecum, el cual deberí­a escribirse como Tekum, pues el alfabeto k»iche» carece del grafema «c».

Tení­a razón, pues, Miguel íngel Asturias en su poema «Tecúm-Umán», en referir su nombre con «m» final, y razón en dedicarle un poema, pues, aunque aún no haya consenso en su existencia, sí­ es un hecho que la leyenda se ha impregnado en el inconsciente colectivo del guatemalteco, tan así­ que se continúa considerando el héroe nacional y su celebración sigue ocurriendo el 20 de febrero de cada año.

Conflictos de interpretaciones

La Historia de Guatemala recién empieza a redescubrirse, luego de un largo perí­odo de guerra interna, al cual también se le debe añadir una cola de perí­odos conservadores y liberales, de casi un siglo (1947-1944) que poco o nada hicieron por descifrar la verdad.

Por ello, es frecuente que en Guatemala, y en Mesoamérica, se empiecen a descubrir nuevos escenarios históricos, como la invasión teotihuacana previo al perí­odo clásico maya, el sorprendente florecimiento de El Mirador, en el preclásico, o la verdadera decadencia de la civilización maya en Petén.

Sin embargo, esos puntos no son tan polémicos porque casi no tocan las sensibilidades de los nacionalismos o etnocentrismos.

En cambio, los descubrimientos de la época de la Conquista, atañe directamente a etnias participantes en ese proceso, pues desde ese punto de partida se empiezan a explicar algunas razones de nuestra concepción.

Tal es el caso del antropólogo Ruud van Akkeren, quien pasa la mitad del año en Guatemala investigando la historia de nuestro paí­s.

Ruud van Akkeren es antropólogo y etnohistoridor holandés, con 20 años de experiencia en la investigación de documentos indí­genas. Aprendió k»iche» y kaqchikel para poder hacer sus traducciones.

Posee un doctorado de la Universidad de Leiden, Holanda, reconocida en la comunidad mesoamericanista por sus estudios etnohistóricos. Su tesis versó sobre la historia prehispánica de Rabinal, que incluyó una traducción e interpretación del antiguo texto de su famoso baile-drama, el Rabinal Achi».

Su asesore fue el doctor Robert Carmack, ampliamente conocido en Guatemala por sus estudios especialmente en la región de Quiché.

Ha publicado seis libros y unos 25 artí­culos en las revistas más reconocidas del ramo, entre ellas Ancient Mesoamerica, Mesoamérica y Ancient America. Da clases de historia y cosmovisión de Mesoamérica en la Vrije Universiteit de Amsterdam y la Erasmus Universiteit de Rotterdam.

Ha dado conferencias y talleres en centros internacionales de estudios mayas de universidades como Tulane, la New York State University, la Universidad de Texas en Austin y l»Université de Parí­s X.

En la comunidad cientí­fica hay algunas buenas costumbres, y una de ellas consiste en que si no se está de acuerdo con la opinión de otro investigador, se critica su trabajo, siempre con base de argumentos sustanciales. No se pone en tela de juicio a la persona.

De acuerdo con van Akkeren, se le ha criticado por su estilo de redactar sus teorí­as, en las que abundan frases como «al parecer», «parece ser», «puede haber sido», etc., concluyendo todos en que la obra siembra dudas en vez de claridad.

«En realidad ésta es una actitud propia del discurso cientí­fico: nunca se pretende tener la verdad. Como todos los historiadores sé que no hay una sola verdad, sino sólo distintas interpretaciones. Uno trata de acercarse a cuán verí­dico o posible es la realidad histórica, con base en hechos y datos, pero siempre se formula las conclusiones con cuidado», explica el historiador.

El libro «La visión indí­gena de la conquista», se basa, la mitad de él en una exégesis del Lienzo de Quauhquechollan, que, sin duda, se trata de uno de los descubrimientos más llamativos de los últimos años.

«Gracias al hallazgo de la antropóloga doctora Florine Asselbergs, de mi misma escuela de etnohistoria en la Universidad de Leiden, tenemos el primer mapa de Guatemala, pintado por las tropas auxiliares mexicanas que vení­an con Jorge de Alvarado», explica Van Akkeren.

Florine se especializó en la región de Puebla, México, donde se descubrió el lienzo y cuando empezó a sospechar que en realidad el lienzo contaba la conquista de Guatemala y no de los poblados alrededor de la Cuenca de México; Van Akkeren participó en el desciframiento de esta obra.

«En la otra sección de mi libro desarrollo temas recurrentes en los debates sobre la conquista de Guatemala, como son la historicidad de Tekum o la supuesta «traición» de los kaqchikeles. En mis argumentos parto de los documentos indí­genas, textos como el Tí­tulo K»oyoi, Tí­tulo de Totonicapán o el Memorial de Sololá, siempre con mis propias traducciones. Luego incluí­ un gran número de imágenes obtenidas de los códices mesoamericanos, ya que hay que recordar que los documentos históricos de los pueblos mesoamericanos eran pictográficos. Por ambas razones, es decir los textos y las imágenes indí­genas, le di a mi libro el tí­tulo «La visión indí­gena de la conquista». Con ello querí­a distinguirlo de otros libros y escritos sobre la conquista, que parten más de documentos españoles», explicó el historiador.