Los peatones extraviados en un laberinto que el artista argentino Antonio Seguí expone en la galería Marwan Hoss de París requieren una participación activa del espectador, pues «la ciudad para mí es un pretexto como cualquier otro, un elemento de composición para armar algo que no tiene historia».
«Quiero que la historia se la invente cada uno que está frente a esos cuadros», declaró el pintor, escultor y grabador refiriéndose a unos veinte cuadros en acrílico de su nueva exposición, «El sol no sale para todos», pintados entre 2007 y 2008.
«Yo lo veo en referencia con los niños, a los cuales muchas veces dedico exposiciones, y las reacciones son fantásticas. Cada uno se hace una historieta diferente», explicó.
Estas telas muestran a numerosos seres humanos que avanzan decididamente por las calles hacia un objetivo desconocido para el observador.
En cuanto al absurdo en su obra, Seguí señaló que «una gran parte de mi trabajo está muy relacionada con la infancia. Es la reconstrucción histórica de la infancia.»
«Hay también la cosa del juego. Me divierto muchísimo. Juego con la fantasía en el espacio, la falsa perspectiva, que a veces me ayuda en la composición, pues también hay una arquitectura interior y eso me interesa mucho, porque es parte de lo que es un cuadro», explicó.
Seguí ha hecho muchos libros con escritores: Homero Aridjis, Jacques Meunier, Mario Benedetti, Gonzalo Rojas y Silvia Barón Supervielle, entre otros.
«O es porque me lo piden, o porque soy amigo. Ahora estoy haciendo un libro para el escritor chileno Jorge Edwards. Me interesa mucho el trabajo de ilustrador», agregó.
Conoció en Perú al ya fallecido Jacques Meunier, etnólogo francés especializado en América Latina, escritor, poeta, periodista y traductor junto con su esposa Anne-Marie Savarin del dibujante argentino Quino.
«Una de mis pasiones fue el arte precolombino y he viajado mucho. En Lima (Jacques Meunier y yo) teníamos amigos comunes. Teníamos un contacto muy lindo con Jacques», recordó con nostalgia.
Antonio Seguí nació en 1934 en Córdoba, Argentina. Entre 1951 y 1954 viajó por Europa y Africa. Estudió pintura y escultura en Francia y España. Viajó por América del Sur y América Central. También vivió en México, donde estudió todas las técnicas del grabado.
«Yo llegué a México en el 57 y me quedé hasta fines de los 60. Mi relación la establecí mucho más que con los mexicanos mismos con latinoamericanos de otras latitudes y con el grupo de artistas, músicos y pintores que estaban escapando en esa época del macartismo», dijo.
«México fue un lindo momento. Yo había estudiado acá, primero en España y luego en París hasta el 55. Como muchos argentinos creía que el paraíso estaba acá. A los 17 años yo conocía bien la poesía francesa y nunca había leído a (Pablo) Neruda ni a (César) Vallejo. Cuando regresé a Argentina quise conocer América Latina», afirmó, indicando que fueron sus amigos latinoamericanos, y sobre todo los colombianos en España, quienes le «abrieron los ojos».
«Recibí una herencia que me dejó mi abuela, me compré un automóvil y me hice Buenos Aires hasta Nueva York en un año que duró el viaje», afirmó.
Seguí vive hace unas cuatro décadas en Francia, pero todas las mañanas lee los periódicos argentinos. «No tengo cortadas las raíces para nada. Yo hace varios años que voy tres veces por año», explica.
Entre sus proyectos tiene una exposición dentro de poco tiempo en Suiza, otra en La Habana en febrero, una escultura, de cinco metros de altura, que podrá verse en la puerta de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad francesa de Poitou, y está preparando otra escultura monumental para Córdoba, su provincia natal.