Violencia, neoliberalismo y migración.


La tragedia ocurrida el 22 y 23 de agosto de 2010 en el municipio de San Fernando del Estado de Tamaulipas en México, puso los ojos del mundo en la lacerante realidad del tránsito de migrantes por el territorio mexicano. Como es sabido en esos dí­as un grupo de 76 migrantes centroamericanos y sudamericanos fueron secuestrados por un comando de sicarios del cártel de la droga los Zetas y fue acribillado a balazos. Hubo dos sobrevivientes, un ecuatoriano y un hondureño, y por ello hemos sabido el drama en el cual los indocumentados terminaron sus dí­as.

Carlos Figueroa Ibarra

Pero el horrible crimen cometido contra los migrantes, entre ellos cuatro guatemaltecos, solamente es una terrible anécdota de un crimen mucho más vasto: la trituración de la humanidad que ha estado provocando el capitalismo neoliberal en los últimos 30 años. Desde 1990 el fracaso neoliberal en términos de empleo y calidad de vida ha obligado a 35 millones de personas en todo el mundo a cambiar de residencia buscando la sobrevivencia en los paí­ses centrales del sistema capitalista. La migración, sobre todo la de personas indocumentadas, es un fenómeno social de rampante crecimiento. En 2006 las remesas en todo el mundo ascendí­an a 180 mil millones de dólares lo que significaba un crecimiento de las mismas en un 600% en relación al mencionado año de 1990.

Entre las regiones expulsoras de migrantes más notables en el mundo se encuentra América latina quien lanzó a la migración a 4 millones de personas entre 2000 y 2005. De esa cifra, el 50%, o sea 2 millones, fueron mexicanos. El Estado mexicano ha sido enérgico en señalar los abusos que son cometidos por la migración estadounidense en relación a sus connacionales. Pero no son pocos los analistas o funcionarios mexicanos como quien fuera el anterior procurador de los derechos humanos en México, Dr. José Luis Soberanes, o uno de los grandes especialistas en el tema de migración como el Dr. Jorge Bustamante, que han señalado de manera vigorosa la incongruencia de los distintos gobiernos de México al ser cómplices por comisión u omisión en las violaciones a los derechos humanos de los migrantes que atraviesan México desde el sur o desde el Caribe. En efecto las autoridades migratorias mexicanas han calculado que cada año entre 300 y 400 mil migrantes pasan por México en pos del sueño americano. Cuando se haga la historia de estas dos últimas décadas, el drama de los migrantes centroamericanos, caribeños y sudamericanos en México se comparará a las peores páginas de sufrimiento humano provocadas por el desenvolvimiento capitalista.

Los migrantes del sur y del Caribe sufren en México privaciones tragedias y violencias que resultan inauditas. Son asesinados, torturados, violados, secuestrados, extorsionados, robados, estafados y explotados por una amplia gama de depredadores. Entre ellos se encuentran algunas de las autoridades locales o regionales del Instituto Nacional de Migración, policí­as federales, estatales, ministeriales, municipales, elementos del ejército y la marina, autoridades municipales. Además del crimen y corrupción realizados desde los distintos niveles del Estado, los migrantes sufren similares violencias por parte de las redes de polleros, bandas locales de asaltantes y secuestradores, sicarios de los cárteles de la droga (particularmente los Zetas) y la mara salvatrucha y mara 18. Particularmente vulnerables a los accidentes y violencias son los migrantes del estrato más bajo: aquellos que no consiguen dinero para ser trasladados por alguna de las redes de polleros y deciden hacer el viaje por su cuenta y riesgo. Son este tipo de migrantes los que vencidos por el sueño, el cansancio o la debilidad caen de los trenes en cuyos techos y pescantes viajan y terminan muertos o mutilados.

No quiero que estas lí­neas sirvan para documentar el antimexicanismo que he observado en Guatemala. Justo es agregar que existen muchos testimonios dados por los infortunados migrantes indocumentados de las innumerables muestras de solidaridad de la que son objeto por parte la gente de los poblados que atraviesan. Tengo muy presente el caso de la señora Concepción Moreno Arteaga, de la comunidad de El Ahorcado en Querétaro, quien sufrió dos años y medio de cárcel por darles comida y albergue a unos migrantes hondureños. La acusaron de ser parte de una red de polleros y tuvo que dejar solos a sus cinco hijos cuando fue recluida en prisión hasta que fue liberada por la inconsistencia de los cargos que se le hací­an. Hay que agregar la loable labor que hacen sacerdotes y laicos que atienden los más de dos decenas de Centros de Atención al Migrante que funcionan en todo el territorio. También es justo agregar que existen testimonios de migrantes centroamericanos que han expresado que han sufrido similares abusos en su paso por Guatemala.

Si es el caso de dirigir el encono contra algo, habrí­a que hacerlo en contra esa polí­tica económica y concepción del mundo, el neoliberalismo, que hoy dí­a a dí­a, tritura a la humanidad.