Violencia en buses


Un fiscal del Ministerio Público, un miembro de los bomberos y un ayudante, observan la unidad de transporte donde recién acaba de ocurrir un hecho de violencia, lo que constituye el pan nuestro de cada dí­a del usuario guatemalteco del transporte (foto de archivo).

La violencia en los autobuses del servicio colectivo es cotidiana, pero no por ello los usuarios dejan de sorprenderse. También, los paros de los pilotos, protestando por la violencia en su contra, es una escena «normal», pero que sin duda afecta diariamente a la población guatemalteca.

Redacción La Hora
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Valga como ejemplo lo ocurrido hoy en Amatitlán, en donde los pilotos protestaron por el asesinato de Mario Pérez Paredes, uno de sus compañeros que murió ayer mientras prestaba el servicio. La manifestación incluyó el paro de actividades hoy, afectando a miles de usuarios.

Durante la protesta, los compañeros de Pérez Paredes exigieron que el Gobierno les brindara dos agentes de seguridad en cada uno de los 125 buses que operan en dicho municipio, de lo contrario no dejarí­an el paro.

Temporalmente, los pilotos habí­an creado barricadas en la salida a Amatitlán y en el kilómetro 23 de la Carretera al Pací­fico, provocando largas colas, pero duró poco; sin embargo, persistieron en el paro.

Datos

En horas de la mañana, Jorge Mario Penados, de 31 años de edad, sufrió un ataque mientras piloteaba una unidad de la Ruta 32. Según relatan los testigos, un presunto sicario se le acercó cuando conducí­a por la Avenida Castellana y 41 calle de la zona 8. Sin mediar palabra, le disparó en repetidas ocasiones.

Cuerpos de socorro trasladaron a Penados a la Emergencia del Hospital Roosevelt. La unidad quedó a medio camino de la referida locación, provocando tráfico, hasta que la Policí­a Nacional Civil concluyó la investigación, con lo cual pudieron retirar el autobús.

Así­ como Penados, éste es el caso cotidiano de los cientos de pilotos del transporte que sufren por las extorsiones, amenazas de muerte y disparos a quemarropa. Recientemente, el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) presentó las cifras de la violencia de pilotos ocurridas hasta finales del mes que recién finalizó.

Habí­an monitoreado en los medios de comunicación la cifra de 88 pilotos y 23 ayudantes asesinados, producto de las extorsiones de mareros, aunque la cifra debe de ser mayor, ya que éstos sólo son los que reflejan los medios.

Sólo hasta lo que va del año, ya se superó al doble la cantidad de pilotos muertos para el año pasado, cuando se reportaron, según el Ministerio Público, 43 pilotos muertos y tres ayudantes.

De acuerdo con las investigaciones, las zonas 6 y 18 son los sectores donde recurrentemente se reportan hechos de violencia mortal, aunque actualmente se ha extendido a casi todos los puntos de la ciudad y del paí­s.

Estrategia

De acuerdo con las investigaciones realizadas hasta el momento por el Ministerio Público, recabadas en cateos realizados por los asesinatos de pilotos, la Mara 18 es la principal promotora de los asaltos a buses, en especial extorsiones contra pilotos.

De esta pandilla, se han desprendido al menos cinco subgrupos, que se han «especializado» en ello, para lo cual han reclutado jóvenes menores de edad, ya que éstos presentan «ventajas» legales ante el sistema de justicia, ya que su captura es fácilmente revertible.

Una vez reclutado, el menor aprende en tres momentos: 1) sirve como «mirón» en las diferentes paradas de buses, en donde obtiene información sobre pilotos, tráfico, usuario, seguridad, etc. 2) se le «asciende» a cobrador, en donde se le encarga recoger la extorsión a los pilotos, y 3) sicario, si es que tiene la suficiente sangre frí­a para saldar cuentas no cobradas.

Mientras estos reclutas hacen todo el trabajo, usualmente los lí­deres de las pandillas dan sus órdenes por ví­a telefónica.

Ante esta amenaza, el Ministerio de Gobernación habí­a anunciado un plan que se implementarí­a a corto plazo, en donde, a través de la colaboración de la Policí­a Nacional Civil, incluyendo las acciones conjuntas del Ministerio Público y la Dirección General de Inteligencia Civil, se empezara a reducir las estadí­sticas en estos terribles casos.

Mientras tanto, la población guatemalteca sufre la incertidumbre de toparse temprano por la mañana con la falta de buses o, peor aún, con vivir en carne propia la violencia que viaja diariamente por las unidades, y sin pagar pasaje ni pedir permiso.