El asno pertenece a la familia de los Equidae, a la cual también pertenece el caballo. El legítimo asno, aquél que consuma con rara plenitud la esencia más pura de la asnidad, es el Equus asinus, llamado también «Equus africanus». Este asno debe ser diferenciado del asiático, simulacro impune de la asnidad, llamado por eso mismo «Equus hemionus», es decir, «semi-asno». El Eqqus asinus puede ser salvaje, o puede ser doméstico. El doméstico suele ser llamado «burro».
El asno es uno de los cinco animales más frecuentemente mencionados en las Sagradas Escrituras. El primero es el caballo (mencionado 182 veces). El segundo es la oveja (mencionada 154 veces). El tercero es precisamente el asno (mencionado 146 veces). El cuarto es el buey (mencionado 144 veces). El quinto es el becerro (mencionado 143 veces). Debo tan precioso cómputo zoológico a la laboriosa «Concordancia de las Sagradas Escrituras», compilada por el inglés Carlos. P. Denyer. El asno doméstico se resiste a transportar una carga muy pesada, y a ser tratado brutal o negligentemente. No obstante esa sensata resistencia, el asno ha sido un paradigma de estupidez. Durante la Edad Media, por ejemplo, el teorema quinto del libro primero de «Los Elementos», de Euclides (que era un teorema sobre el triángulo isóceles), se denominaba, en latín, «Pons Asinorum», es decir, «Puente de los Asnos». Era denominado así porque quien no comprendía la demostración del teorema, era estúpido, y difícilmente comprendería las demostraciones más complejas de los teoremas siguientes. Durante la misma Edad Media relatábase el trágico caso de un asno que, equidistante entre dos pacas de heno situadas en puntos opuestos, aparentemente idénticas, no podía elegir una de ellas, porque entre ellas no había diferencia alguna. Víctima de una estúpida indecisión, el asno murió de hambre. Ese asno insensato fue llamado «asno de Buridán», porque presuntamente fue imaginado para ridiculizar la teoría del filósofo escolástico francés Jean Buridán, sobre la libertad. Esa teoría afirmaba que la libertad consistía en el poder de elegir entre opciones alternativas deseables (llamadas «libertas oppositionis»); y que no era posible elegir entre opciones alternativas igualmente deseables. Empero, el asno fue vindicado. Cito algunos ejemplos de esa vindicación. Juan Pablo Forner, notable polemista español, le confirió la calidad de docto animal, y escribió la obra «El asno erudito». También José Joaquín Pérez Necochea le confirió esa misma calidad, y escribió la obra «El asno ilustrado». Víctor-Marie Hugo le confirió aptitud para filosofar, y escribió el poema «El Asno», en el que un asno conversa con el abismal filósofo Manuel Kant. Rubén Darío, síntesis gloriosa de pasión, imaginación y prodigio verbal, le confirió la facultad de aprender filosofía, y escribió el cuento «El Sátiro Sordo», en el cual uno de los personajes es un asno experto en filosofía. Daniel Heinsius, poeta y brillante latinista del renacimiento alemán, fue un admirador del asno, y escribió «Laus Asini», es decir, «Elogio del Asno». Sofía Fiódorovna Rostopchina, condesa de Ségur, le atribuyó aptitudes literarias, y escribió la obra «Memorias de un asno». Y el asno es el símbolo del Partido Demócrata, de Estados Unidos de América. Post scriptum. La vindicación del asno prohíbe que algunos políticos, incluidos algunos gobernantes (y entre ellos, algún Presidente de la República), puedan ser llamados «asnos», so pena de ofender a esos Equidae.