Vientos de cambio


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Se vienen dí­as de cambio en Guatemala en la medida que se estrena gobierno e iniciamos una especie de transformación epocal.  Pero no es nada nuevo, cada cuatro años experimentamos el mismo sentimiento y las ilusiones resurgen por el humus y la abundante lluvia proporcionada por el clima polí­tico-social.  Algunos viven los momentos, incluso con lágrimas en los ojos, vislumbrando un futuro diferente para Guatemala.

Eduardo Blandón

 


¿Quién no quisiera una transformación radical en el paí­s?  Desafortunadamente, la adolescencia polí­tica para muchos ya pasó y los suspiros son cosas del pasado.  Ver al nuevo Presidente con la banda presidencial ya no provoca ni suspiros ni lágrimas de cocodrilo.  Ya se sabe, generalmente, y este gobierno no será la excepción, viene más de lo mismo. 
 
Para muestra un botón.  í“scar Berger al ser investido presidente de Guatemala, hace algunos años dijo: “hoy dejamos atrás una etapa de frustración y desaliento, la palabra confrontación es parte del pasado”.   Â¿Verdad que no se recuerda?  No importa.  Lo principal es que esas palabras las puede pronunciar Otto Pérez Molina hoy que tiene absoluta vigencia en pleno 2012.  Como quien dice que seguimos en las mismas porque el tal “Conejo”, no hizo más que incrementar esa “frustración y desaliento” que dijo combatirí­a. 
 
De modo que esperar una primavera polí­tica en “el paí­s de la eterna primavera” es una ficción del tamaño de un libro de Gabo.  No quiero desalentar a nadie, yo mismo a veces me induzco esperanzas para sobrevivir: cierro los ojos, junto las manos y me pongo en posición budista.  Me repito una y mil veces, cual Peregrino ruso la misma jaculatoria: “Guatemala será mejor, el cambio viene, todo es posible”.  Desafortunadamente no tengo éxito en mi automotivación porque luego me topo con la cruel realidad y me derrumbo de nuevo. 

Creo, sin embargo, que el simple cambio puede ofrecernos una pequeña luz en el sendero oscuro.  Aunque no creo en los milagros (usted lo sabe bien), me parece que la renovación de funcionarios públicos y el impulso e ilusión que cada uno lleva, puede mover un poco al paí­s hacia mejores caminos.  Mi esperanza se basa en la novedad y buenas intenciones de los que llegan al gobierno.  Es posible que la famosa escoba nueva empiece a barrer bien.
 
Pero el tiempo dirá si lo que viene es más de lo mismo.  No hay motivo tampoco para dudarlo.  Sólo el considerar, por ejemplo, a un Harold Caballeros como “nuevo” Ministro de Relaciones Exteriores o a un Sergio de la Torre como Ministro de Economí­a, hace que la naciente e ingenua esperanza se marchite infaliblemente. Pero hay que darles un chance y nada apetece tanto como equivocarse. 
 
El próximo lunes el Partido Patriota tendrá el paí­s en sus manos.  Ojalá hagan algo bueno para el bien de todos.