En este viernes continuamos con el cuarto artículo sobre la vida y música de Mozart y por otra parte sirva esta columna como homenaje a Casiopea, cuyo sonido único se convierte en cascada de miel, esposa dorada, quién es barco desempeñado en mi corazón ardiente y a quien ciño la cintura en la plenitud del alba.
Los nuevos esposos no pudieron visitar Salzburgo hasta 1783. En junio, Constanza había dado a luz a Raimundo, que murió dos meses más tarde. De regreso a Viena, Mozart reanudó sus clases y compuso numerosas piezas, sobre todo para trompa, violín y piano. Corresponde también a ésta época la sinfonía Linz. A finales del 1784 el compositor ingresó en la logia masónica Beneficencia. Los hábitos de dicha hermandad no hacen variar el espíritu ni las prácticas religiosas de Mozart. Este mismo año la familia Mozart celebra la llegada de Carlos Tomás, su segundo hijo. Este acontecimiento, unido a la poca disposición organizativa de Wolfgang, les obligó a vivir con más modestia que hasta entonces. Sin embargo, Mozart desplegó toda su capacidad creativa y de su pluma van naciendo composiciones de contenido diverso; cuartetos, sonatas, óperas bufas, hasta llegar a Las bodas de Fígaro, ópera que se estrena en abril de 1786 en Burgtheater de Viena.
Su fama crece de forma incontenible y se le reclama desde Praga, donde recibió el encargo de realizar una ópera basada en la figura de Don Juan. Cuando trabaja en dicha composición recibe la noticia de la muerte de su padre. Pocos meses antes, otro de sus hijos, Juan Tomás había fallecido a los pocos meses de nacer. Mozart, se sobrepone y estrena en Praga, con el éxito esperado, la ópera Don Juan. De su producción de aquellos meses es preciso subrayar las famosas Una broma musical y Pequeña serenata nocturna. En diciembre Mozart solicita el cargo de compositor de la corte que ostentaba el compositor Gluck y en el mismo mes, nace su hija Teresa que muere seis meses después.
A pesar de su nuevo empleo, la familia atraviesa graves dificultades económicas. Los alumnos de Wolfgang disminuyen y mientras tanto, el compositor concluyó las que fueron sus tres últimas sinfonías (39, 40 y 41), el Concierto de la Coronación y otras más. Uno de los jóvenes intérpretes que sobresalían en aquellos momentos le visita: Ludwig van Beethoven, a quien Mozart predice un futuro glorioso.
El triste adiós
Constanza realizó continuos viajes al balneario de Baden para curarse del reumatismo que padeció por mucho tiempo. En 1791 el matrimonio concibió al único hijo que sobrevivió, de nombre Francisco Javier. Mozart advirtió la envidia y los celos de los músicos que conviven con él y les replicó creando composiciones cada vez más perfectas. Sin contar con la importantísima obra de cámara de esta época, los estrenos operísticos se suceden, rivalizando entre sí en categoría artística: Cosí fan tutte, La flauta mágica, La clemencia de Tito, entre otras.
En otoño de 1789 falleció el Emperador José II. Le sucede Leopoldo II, quien se niega a renovar el cargo de Mozart como compositor de la corte. Es una prueba más de los rencores que la genialidad del músico de Salzburgo despertaba en la nobleza vienesa. Tras esta arbitraria decisión, la familia Mozart cambió de domicilio, tratando de reducir gastos. Vive con parquedad y menguados. Ni siquiera la recaudación de sus últimas óperas mejoraron su situación económica En febrero de 1791 recibió el encargo para componer un Réquiem a la memoria de una dama de la corte fallecida días atrás. A medida que la obra avanza, Mozart tiene la premonición de que aquel Réquiem servirá para su propio entierro.
Una repentina enfermedad reumática impide adelantar todo lo que quisiera en la composición de la pieza funeraria. El 4 de diciembre, Mozart invita a varios amigos para interpretar los pasajes del Réquiem que tiene terminados. í‰l mismo, desde la cama, canta la parte de la contralto, aunque las lágrimas le impiden seguir. Horas más tarde, en la madrugada del 5 de diciembre de 1791, a los treinta y cinco años de edad, Wolfgang Amadeus Mozart abandona este mundo.
Muchas veces se dijo que Constanza no comprendió la grandeza de la obra de su esposo hasta después de unos años. Sin embargo, la muerte y entierro del compositor también estuvieron rodeados de las más variadas leyendas. Lo cierto es que no se pudo localizar su tumba, debido talvez a que la familia no disponía de nicho propio. Pero el espíritu de Mozart ha seguido entre los vivos, a través de su música y continuará a través del tiempo, como el más excelso de los dones.