Vida y música de Claudio Debussy


Continuamos en la columna de hoy, explicando la vida y obra musical de Claude Debussy y como un homenaje a Casiopea esposa de miel que nace en el corazón todos los dí­as amanecida de esperanza, dorada de ternura; y es paz, camino, amapola y es, en la duplicada ventana de la aurora, encendido firmamento de palomas.

Celso Lara

El maestro de la clase de armoní­a era Emile Durand. Según Maurice Emmanuel.

Según él, la instrucción de Debussy en armoní­a era de «segunda clase». A Durand, escribe aquel autor, «no le gustaba ni la música, ni la enseñanza, ni sus discí­pulos… Si al terminar la clase uno de sus alumnos tocaba a sus amigos alguna composición que habí­a ensayado, Durand cerraba de golpe el piano y le decí­a: «Â¡Serí­a mejor que se ocupara de su propio aprendizaje!» Sin embargo, de los años que pasó Debussy de 1876 a 1880 en esta clase datan sus primeras composiciones conocidas.

Estas consisten en canciones sobre poemas de Théodore de Banville y dos canciones, ahora perdidas: Madrid, princesse des Espagnes y Ballade á la lune.

Asimismo, Chanson d»un fou canción recientemente publicada bajo el nombre de Debussy, no es realmente suya, sino una canción de esta serie de Pessard.

Hacia 1880 no habí­a recibido ningún premio en la clase de Durand, y sin alguna distinción en armoní­a no se permití­a seguir a nadie las clases de composición.

Sin embargo, en el verano de 1880 obtuvo el primer premio en la clase de lectura de Auguste Bazille, lo que le permitió el ingreso en la clase de composición.

Pero aquí­ tenemos que interrumpir el relato de sus estudios en el Conservatorio para referir un importante episodio de esta época de su vida. Durante el verano de 1880, cuando ya estaba seguro de continuar la carrera de compositor, conoció a la protectora de Tchaikovsky, Nadezhda von Meck.

Figurémonos al joven Debussy, tí­mido y desmañado, según lo recuerdan sus amigos de aquel tiempo, en compañí­a de su «grande dame» rusa, Mme. von Meck, como lo apuntamos cuando hablamos de Tachaikowksy, era una mujer de cincuenta años, multimillonaria. Su esposo habí­a muerto en 1876, dejándole once hijos.

En el mismo año concibió esa extraña pasión por la personalidad de Tchaikovsky que le impidió siempre conocerlo y que sublimaba en cartas de amor que le escribió incesantemente durante un perí­odo de más de dieciséis años.

Era una pianista consumada, culta y muy ilustrada. Habí­a conocido bien a los Rubinstein y muchos de sus hijos habí­an tomado lecciones de Liszt. Después de la muerte de su esposo, se retiró casi por completo de la sociedad, entregándose a un culto apasionado por la música de Tchaikovsky, al cual sostení­a con una generosa pensión.

Era realidad, Debussy tení­a dieciocho años. A fines de julio, Mme. von Meck viajó con él y cinco o seis de sus hijos desde Interlaken, a través del sur de Francia, hasta Arcachón.

Que se sepa, Debussy no fue nunca alumno de Massenet. Quizás fuera oyente en su clase, o lo más probable, «tal vez aprendiera a considerar a Massenet como la «gran lumbrera» en la clase de armoní­a de Emile Durand.