En esa noche de septiembre de 1976, la sala de conciertos de la ciudad de Rosario, Argentina, estaba abarrotada de personas. Muchos críticos se habían congregado en ese lugar para presenciar el debut de Alcira Montenegro, una violinista que, según decían quienes la habían escuchado durante los ensayos, tocaba como un ángel.
César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com
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A las ocho de la noche, la artista comenzó a interpretar las mejores melodías clásicas. Dos horas después, finalizó su intervención, y el público aplaudió incansablemente. Entonces, aquella violinista que tomó su ceguera de nacimiento como un estímulo para luchar y triunfar en la vida, se inclinó agradeciendo los aplausos de la multitud.
UN TRIUNFADOR SIEMPRE LUCHA POR SU SUPERACIí“N.