Ví­ctimas de violencia sexual reclaman atención


Las mujeres indí­genas fueron ví­ctimas de la violencia sexual, usada como una polí­tica sistemática de Estado, para someter a la contrainsurgencia durante la guerra interna.

Mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante la guerra, exigen que el Estado reconozca su responsabilidad y la del Ejército en la comisión del delito, que aún no es considerado como un crimen de lesa humanidad. También requieren de una atención integral.

Ligia Flores
lahora@lahora.com.gt

Organizaciones de mujeres han denunciado que la violencia sexual en conflictos armados es uno de los silencios más grandes de la historia de la humanidad.

Las activistas sostienen que, pese a que la práctica fue usada masivamente como una polí­tica de Estado, como una polí­tica contrainsurgente para someter a un pueblo a través del cuerpo de las mujeres, esa violación a los derechos humanos ha sido generalmente considerada como un daño colateral.

Según Nadine Fulchiron, fundadora de la organización Actoras Sociales, que trabaja en acompañamiento psicosocial de mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante la guerra, lo más perverso que ocurre cuando se habla del tema, es que la sociedad traslada la culpabilidad y la responsabilidad a las mujeres.

Bajo esa tendencia estigmatizadora, las sobrevivientes callaron durante mucho tiempo, por lo que los casos que se conocieron inicialmente, en muchas ocasiones, fueron referidos por hombres, que en situaciones extremas fueron los mismos autores de la violación.

«La mayorí­a de los casos registrados en el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico sobre violencia sexual contra mujeres durante la guerra, fueron referidos por hombres; en varios de ellos, los mismos victimarios contaron lo sucedido», narró Fulchiron.

ESTIGMA

«En nuestras comunidades hay mujeres que no nos quieren ver porque son celosas con sus maridos y no quieren que ellos nos hablen; nos maltratan y nos dicen que somos «quitamaridos» (…) y «caseras» de los ejércitos, dicen que fue por nuestro gusto lo que nos pasó». Testimonio de una mujer cachiquel sobreviviente de una ocupación militar de su comunidad, entre 1980 y 1985.

Los calificativos que los pobladores de sus comunidades les han asignado van desde: Las que se entregaron al ejército, las que se rieron con el ejército. Tal comportamiento es una pequeña muestra de las consecuencias fuertes de exclusión, rechazo social que coloca a las mujeres en una situación más vulnerable.

«No son consideradas como mujeres honorables, sino que se convierten en propiedad de todos. Hay vecinos, y hasta hombres de la propia familia que las acosan», dice Fulchiron, al referirse a los testimonios de mujeres de los departamentos de Huehuetenango, Chimaltenango, Alta y Baja Verapaz, donde la organización tiene presencia.

Según la experiencia del trabajo con las mueres de estas regiones, se ha comprobado que la sociedad y la familia no reconocen lo sucedido, por lo que las mujeres se encuentran solas frente a la experiencia y no lo pueden contar a nadie.

«Están solas con ese dolor que desencadena procesos de culpa y desvalorización, de vergí¼enza», aseguró la activista.

«POR FIN PODEMOS HABLAR»

Desde 2004, la organización Actoras de Cambio ha atendido a unas 100 mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante la guerra, empero, su cobertura se comienza a ampliar y el trabajo alcanza alrededor de 200 mujeres.

La mayorí­a de las beneficiarias estaban organizadas en asociaciones de viudas, por lo que generalmente hablaban de la violencia que sufrieron durante una masacre, como ví­ctimas de ejecución extrajudicial o viudas, pero nunca se habí­an abordado los abusos sexuales a los que fueron sometidas.

«Encontrarlas y que ellas hablaran sobre lo que les pasó fue mucho más fácil de lo que pensábamos, todas nos dijeron por fin podemos hablar de nosotras, por fin hay un espacio donde nos escuchen y se reconozca nuestro sufrimiento», comentó Fulchiron.

A criterio de la entrevistada, actualmente hay otras condiciones para hablar del tema públicamente, una de ellas es que muchas mujeres se fortalecieron, ya no sienten vergí¼enza, hay más conciencia y quieren denunciar lo que pasó y recuperar la memoria.

«La primera cosa que piden las mujeres es tener un espacio donde se las escuche y un espacio de dignificación (?) Luego, al Estado le piden reparación económica, trabajo con las comunidades, en escuelas, con las familias para que se sepa lo que les ocurrió; también quieren justicia», dijo la entrevistada.

ATENCIí“N INTEGRAL

Pese a que todas las mujeres que reciben ayuda psicosocial desde Actoras de Cambio recibieron una «reparación» económica proporcionada por el Programa Nacional de Resarcimiento, aún quedan pendientes otros aspectos para que la atención sea integral.

Durante el gobierno del presidente í“scar Berger se priorizó la parte económica, mientras que en esta nueva administración existe un incipiente proceso por la recuperación de la memoria histórica, empero aún no se ha reconocido públicamente la responsabilidad del Estado.

«Lo económico sin un proceso integral, sin el reconocimiento de la responsabilidad del Ejercito y del Estado en esas violaciones sexuales, no sirve para nada», recalcó Fulchiron.

Por otro lado, las mujeres que recibieron el aporte económico, se vieron expuestas de nueva cuenta a la estigmatización y señalamientos sociales.

«En el momento en que en una comunidad rural pobre, una persona tiene un cheque, los rumores comienzan a correr y otra vez toda la estigmatización vuelve contra las mujeres (?). Las señalan de haber recibido el dinero por haber vendido su cuerpo y haberse entregado al ejército», se lamentó.

TESTIMONIO Sobreviviente


Mujer sobreviviente del área del Polochic. Fue violada durante seis años en un destacamento militar, fue sometida la esclavitud sexual. Ella tuvo resarcimiento en 2007 y explica cómo volvieron los problemas a partir de entonces.

«Ella me preguntó por qué recibí­ esa cantidad de dinero, creo que su nuera le dijo porque ella siempre está detrás de nosotros. Dijo que vamos a recibir dinero por nuestros cuerpos, eso me duele mucho (…) siento como si estuviera viviendo lo pasado en la guerra».