¿Ví­ctimas?… ¿De quién?



La imposibilidad de participar luego de una fuerte inversión publicitaria permite en algunos casos a los fallidos candidatos jugar el papel de ví­ctimas, lo que deja abierta la posibilidad para futuras experiencias. No es el caso, por ejemplo, de personas como Eduardo González de la Gana, quien quedó fuera por el escándalo de su empresa, ni de Luis Flores que se retiró voluntariamente al notar que no lograba elevar posiciones o el de ílvaro Aguilar, descanteado por un grave accidente que lo dejó fuera de competencia.

Es el caso de Francisco Arredondo, quien hasta el dí­a antes de la Asamblea del PAN era visto como el seguro candidato y el del pastor Harold Caballeros, quien por cuestión de horas quedó imposibilitado de inscribirse como candidato. En el primer caso, el médico sostiene que fue ví­ctima de un engaño porque los dirigentes del partido que le habí­a postulado se vendieron y le dieron la espalda cuando apareció alguien con más plata que él. Y sin duda que en el Partido de Avanzada Nacional contó y mucho la cuestión económica, pero ya habí­a contado igualmente cuando tomaron en cuenta al doctor Arredondo.

El gran atractivo del galeno para los partidos polí­ticos era su capacidad de inyectar una buena cantidad de dinero para asegurar una decorosa campaña que permitiera meter al menos unos cuantos diputados. Arredondo no es un estadista probado ni un polí­tico experto con ejecutorias irrefutables; es un hombre adinerado, con buenas intenciones, que quiere ser Presidente y que está dispuesto a gastar parte de su fortuna en el empeño.

Si él mismo habí­a comprado, para decirlo de alguna manera, su candidatura en el PAN, no puede considerarse ví­ctima si de pronto apareció un mejor postor que, horas antes de que se cerrara el trato, puso más billetes sobre la mesa.

Caballeros, por su parte, es un pastor con formación académica pero cuya única experiencia polí­tica se remonta a los dí­as en que era el guí­a espiritual de los hijos de Serrano. Formó su partido y logró inscribirlo, pero sus asesores no repararon en el detalle de la fecha de inscripción y eso derrumbó todo. Hoy el pastor dice que es ví­ctima de la discrecionalidad de los funcionarios del registro, pero él mismo no habí­a visto ese problema hasta que contrató al joven abogado Acisclo Valladares Urruela, quien enderezó todo el procedimiento de los recursos presentados sobre un nuevo enfoque que el partido Viva no habí­a argumentado hasta fines de la semana anterior.

Creemos que ambos, Arredondo y Caballeros, son efectivamente ví­ctimas, pero de su propia inexperiencia polí­tica. Y es que no basta ni la buena intención, ni el dinero ni la sólida feligresí­a de una iglesia para concretar la participación. Arredondo debió garantizar su inversión como lo harí­a cualquier inversionista y Caballeros exigir a sus asesores que hicieran las cuentas para evitar el desfase. De todos modos, su inversión queda para futuros procesos y la experiencia adquirida no tiene precio.